Los meses de verano son un tiempo propicio para las experiencias de voluntariado en la Archidiócesis de Tánger. Numerosos grupos se acercan a las obras sociales y culturales, comunidades y parroquias de la Iglesia en el norte de Marruecos para ofrecer su tiempo y sus capacidades, para recibir vida en abundancia, para compartir la misión evangelizadora.
Un ejemplo entre varios es lo que han vivido el grupo de laicos de la Comunidad de San Francisco de Granada, formado por Marta, Clara, Inma, Migue y Juan. Durante la primera quincena de agosto, han convivido con los hermanos franciscanos en Tánger, como “campamento base”, con presencias también en Larache y Asilah. Lo que han vivido es “mucho más que una experiencia” y desean compartirlo desde esta plataforma.

Las raíces
Desde hace ya bastantes años, a través de un hermano franciscano de Granada, Antonio Alcalde, iniciamos un proyecto de misión en Marruecos. Desde entonces las fraternidades de Marruecos nos han permitido poder tener experiencias en los distintos lugares donde ellos tienen presencia. Los franciscanos de Marruecos, y junto a ellos toda la comunidad cristiana, nos acogen y nos permiten compartir con ellos la mesa, la tarea y la celebración. Este ha sido siempre el sentido que hemos querido dar a nuestras experiencias misioneras: poder compartir con familiaridad la vida fraterna. Por eso, para nosotros es un regalo que la Iglesia nos abra sus puertas.
En este 2025

Durante nuestra estancia en Tánger, Asilah y Larache hemos estado junto a los frailes Peter, Marko, Natale, Omar y Thaddée haciendo tareas sencillas: hemos ayudado a limpiar la iglesia y los locales de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en Tánger; hemos recogido uvas en el convento de Larache y hemos celebrado la Eucaristía en Asilah. Sobre todo hemos compartido la vida y la tarea desde el encuentro. También nos han mostrado la realidad social de Tánger, los migrantes y los barrios en los que viven, los niños de la calle, los ancianos abandonados… toda la labor social que la Iglesia realiza atendiendo a tantos empobrecidos.

Estas semanas, para nosotros, han supuesto un salir de nuestra Iglesia habitual, de nuestra comunidad, y poder abrirnos a muchas comunidades con las que hemos podido encontrarnos, “El Señor me dio hermanos…”, haciéndonos ver todas las caras de una Iglesia universal que aúna culturas y carismas en un solo proyecto: el proyecto de Jesús.
Al volver a Granada
Retomando nuestras rutinas diarias y tras dejar pasar unas semanas para que lo vivido nos cale, nos damos cuenta de que estos días no han sido solo una experiencia: nos sigue resonando el sentimiento de unidad en la diversidad vivido este verano. El compartir la tarea, la mesa y la celebración de la Eucaristía nos hace experimentar lo que se dice en la carta a los corintios: “Se distribuyen diferentes clases de carismas; pero todos provienen de un mismo espíritu” (1 Co, 12, 4-5). Y es que nos hemos encontrado con carmelitas, misioneras franciscanas, misioneras de la caridad, adoratrices, laicos de Toledo, Barcelona, Madrid, Filipinas, Guinea o Costa de Marfil, cada uno aportando desde su carisma. “Y todos estos dones son obra de un mismo y único espíritu, que distribuye a cada uno en particular según le place” (1 Co, 12, 11-12). Esta experiencia de Evangelio vivo nos llena de esperanza y de ganas de seguir dando testimonio ante un mundo indiferente.
Esta experiencia nos confronta y cuestiona profundamente. Sin embargo, es fácil que se convierta solo en un bonito recuerdo que guardemos para satisfacer nuestra conciencia y que no demos lo que nos hemos llevado. Al volver a nuestras vidas cotidianas nos cuesta mucho mantener esta actitud de encuentro y fraternidad entre carismas y comunidades. La rutina del trabajo y los estudios, la autosuficiencia, las etiquetas que nos ponemos entre nosotros nos dificultan salir de nuestro entorno cómodo y compartir el trabajo por el Reino con quien no tiene por qué pensar igual que nosotros. El ser testigos de la unidad de la Iglesia durante esta experiencia nos envía a trasladar la misión a nuestra ciudad de Granada.
Puede que la realidad social de nuestro mundo nos siga superando, seguimos viendo el rechazo en Europa a los migrantes a los que la Iglesia acompaña en Marruecos, ponemos excusas para nuestra falta de implicación con los pobres porque tenemos “mucho trabajo y cosas que hacer”, nos falta cariño hacia los mayores… Sin embargo, a pesar de nuestras debilidades y después de lo vivido, nos sentimos en manos del Padre. No es de nosotros de quien depende todo este proyecto, lo que depende de nosotros es abrirnos al Espíritu y poner nuestra vida en manos del Señor, estemos en Marruecos con los franciscanos o en nuestros quehaceres diarios.
Gracias
Sólo nos queda dar gracias al Padre por darnos hermanos y a los hermanos franciscanos por darnos este testimonio de fraternidad en la acogida y el acompañamiento. Agradecemos también al arzobispo de Tánger, Fr. Emilio Rocha Grande, como hermano franciscano y como eje vertebrador de la actividad pastoral, valorando su sencillez y hospitalidad. Terminamos diciendo con San Francisco y toda la Iglesia “Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas…”.
Marta, Clara, Inma, Migue y Juan