
Cada obispo «es servidor, llamado a servir a la fe del pueblo»
Esta es una de las ideas del papa León XIV, dirigidas a los obispos que han asistido al curso de formación para nuevos obispos, del 4 al 11 de septiembre en el Vaticano. Nuestro arzobispo, Fr. Emilio Rocha Grande, OFM, ha participado en esta formación y nos ha destacado este mensaje, pero también desea compartir con el público diocesano sus impresiones en general sobre este «volver a la escuela» a través de esta entrevista.
¿Qué objetivos tiene este curso?
El curso tiene como uno de sus objetivos ayudar a los obispos nombrados recientemente a iniciar su ministerio dotándonos de algunos instrumentos que nos permitan desarrollar la nueva misión pastoral con un conocimiento más profundo de lo que el ministerio episcopal conlleva en la práctica; para ello las conferencias ofrecidas por miembros de alto nivel de algunos Dicasterios de la Curia, los trabajos en grupos, las puestas en común y los diálogos con los ponentes han resultado muy útiles.
Otro objetivo es favorecer el conocimiento mutuo de obispos y realidades diocesanas y pastorales de numerosos países del mundo; ha sido una experiencia sumamente enriquecedora que favorece también la percepción de la catolicidad de la Iglesia.
¿Cuántos obispos eran? ¿Los conocía a todos? ¿Ha entablado nuevas amistades? ¿Sirven estos encuentros para aumentar la colegialidad afectiva entre los obispos?
En el curso hemos participado 192 obispos divididos en dos grupos; el más numeroso 120, pertenecientes a diócesis de “vieja cristiandad” dependen del Dicasterio para los Obispos y los otros 72 dependemos del Dicasterio para la Evangelización, sección Nueva Evangelización; son las diócesis y vicariatos apostólicos vinculados a “Propaganda Fide”.
Ciertamente que el curso, tanto por lo que se refiere a los temas desarrollados, como al mejor conocimiento de la Curia Romana ha servido para profundizar el sentido de la colegialidad episcopal; la relación entre nosotros ha sido muy cordial y ha permitido establecer nuevas relaciones, especialmente intensas con los obispos de una misma área geográfica y con los que tenemos una afinidad lingüística.
Si tuviera que destacar algo que “ha aprendido” en este curso de formación, ¿qué diría?
Ha sido particularmente provechoso, además del contenido de las “clases”, eminentemente práctico y muy útil para la misión que tenemos que llevar a cabo los obispos, destaco el mejor conocimiento de la Curia Romana como instrumento que alarga a toda la Iglesia el ministerio pastoral del Papa
Visto que estamos en el inicio del nuevo curso pastoral, la participación en el encuentro de Roma, ¿le ha proporcionado alguna pista nueva para el servicio pastoral en la Archidiócesis de Tánger?
Me ha reafirmado en la necesidad que tenemos todos, empezando por el obispo, de no decaer en el empeño de la formación continua; es una formación que tendrá necesariamente distintos niveles según los destinatarios y, en función de los cuales tendrá que insistir en dimensiones diferentes: afectividad, catequesis de base, Biblia, teología y liturgia, ecumenismo, conocimiento de la cultura y la religión islámica, diálogo interreligioso…
Hace menos de un año, en la Visita ad Limina nov 24, fue recibido en audiencia por el papa Francisco. ¿Qué impresiones ha tenido al asistir a la audiencia con el neo papa León XIV? ¿Qué mensaje del papa ha resonado más en su corazón?
El encuentro con el papa León XIV en el “aula del sínodo” fue solemne y familiar al mismo tiempo; se mostró muy cercano, sereno y sonriente; su discurso no fue improvisado y en él nos ofreció algunas claves para desarrollar evangélicamente el ministerio episcopal. De las palabras que nos dirigió quiero destacar algunas ideas. El Papa afirmó con fuerza que todos los obispos hemos sido «elegidos y llamados para ser enviados, como apóstoles del Señor y como servidores de la fe». Cada obispo «es servidor, llamado a servir a la fe del pueblo». Pero el servicio -ha insistido León XIV- «no es una característica externa o una forma de ejercer el cargo». Porque a aquellos «a quienes Jesús ha llamado como discípulos y anunciadores del Evangelio, en particular a los Doce, se les ha exigido la libertad interior, la pobreza de espíritu y la disponibilidad al servicio que nace del amor, para encarnar la misma elección de Jesús, que se ha hecho pobre para enriquecernos».
Sonaron en nuestros oídos con fuerza sus palabras: «velen siempre y caminen con humildad y oración, para ser servidores del pueblo al que el Señor les envía».
Para el Papa, ser «siervos de la fe del pueblo» es algo que hay que traducir «en el estilo del apostolado, en las diversas formas de cuidado y gobierno pastoral, en el anhelo de la proclamación, de maneras tan diversas y creativas según las situaciones concretas a las que os enfrentéis».
Nos ha recordado a todos los obispos que tengamos presente «los otros desafíos, de carácter más cultural y social, que nos conciernen a todos y que, en especial, han afectado a algunos territorios: el drama de la guerra y la violencia, el sufrimiento de los pobres, la aspiración de muchos a un mundo más fraterno y solidario, los desafíos éticos que nos interpelan sobre el valor de la vida y la libertad».