Las obras de misericordia con acciones caritativas a través de las cuales ayudamos al prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Las que se refieren al “cuerpo” están inspiradas en la narración del Juicio Final que recoge el evangelio de San Mateo: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo… y enterrar a los difuntos.
Esta última es la obra de misericordia que algunos miembros de la comunidad cristiana pudieron vivir en el cementerio de Martil el pasado 15 de octubre. El difunto era Barnaba, un joven de Sudán del Sur, que falleció durante su intento de llegar a Europa a nado, alguna semana atrás.
A través de las autoridades, los médicos, la Embajada de Sudán del Sur en Marruecos, etc, se contactó con la familia y se acordó enterrarlo aquí, en el cementerio cristiano de Martil, ya que Barnaba era católico.

Las circunstancias de su muerte son un dolor añadido al que suele acompañar un entierro, por ello, fue más intensa si cabe la experiencia de fe y de comunidad del Pueblo de Dios. Los sacerdotes franciscanos de Tetuán, Fr. Melito y Fr. Omar, oficiaron un responso en inglés por el alma de Barnaba, en presencia del embajador de Sudán del Sur y su esposa, dos jóvenes del país africano que le conocían y las focolarinas de Martil.
Una de las personas presentes se expresaba así: “Aunque no nos conocíamos entre nosotros, y la mayoría tampoco conocíamos a Barnaba, la vivencia de este entierro ha sido muy profunda. La fe en Dios Amor y en la resurrección de Jesús nos daba esperanza a pesar del dolor por el precipitado final de su vida. En medio de las injusticias de este mundo, la confianza en la misericordia de Dios nos daba fuerzas para rezar por él y por su familia”. Y añadía: “Además, la actitud del médico y otras personas marroquíes allí presentes, me hizo sentir el respeto común de los creyentes de diversas religiones allí reunidos, ante la circunstancia de la muerte, que nos acomuna a todos los seres humanos”.

Concédele, Señor, el descanso eterno y haz que brille para él la luz perpetua. Que su almas y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.





