COMUNICADO IMPORTANTE (COVID-19)

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CARTA AL PUEBLO DE DIOS – 3

POR SOLIDARIDAD, POR RESPONSABILIDAD Y POR PRUDENCIA, RENUNCIAMOS A TODO ACTO PÚBLICO EN NUESTRAS IGLESIAS

Queridos hermanos y hermanas de la arquidiócesis de Tánger:

Recibir una vez más mi saludo fraterno y cordial. Dado que la situación en relación a la pandemia del coronavirus evoluciona y cambia cada día, y con ella las indicaciones de las autoridades civiles al respecto, me siento en la necesidad de dirigiros esta comunicación, a modo de ampliación y continuación de la Carta que os dirigí hace cuatro días (sábado 14 de marzo)

En efecto, la gravedad de la situación se amplía en el mundo y también en Marruecos. Por eso, y después de una rápida consulta a los sacerdotes, os comunico mi decisión de

ANULAR TODO ACTO PÚBLICO DE CULTO EN LA DIÓCESIS DE TÁNGER,

especialmente las misas del domingo y los viacrucis de los viernes, pero también las misas de diario, hasta nuevo aviso; esto no incluye las misas celebradas para las religiosas en sus capillas privadas.

¿POR QUÉ ESTA DECISIÓN?

Si nosotros tuviésemos a disposición una vacuna, un remedio contra el virus, ¿sería de buenos cristianos no ponerla a disposición de todos? Pues, hoy por hoy, en ausencia de una vacuna o de un medicamento, la única medida que contribuye a frenar esta plaga es la limitación, o incluso la supresión, de los desplazamientos, movimientos contactos y encuentros.

Anular nuestros actos comunitarios est, pues, un acto de prudencia y de caridad, de amor al prójimo. Os recuerdo que lo hacemos no por miedo, sino por amor.

Esta decisión la tomo, pues, en primer lugar, por responsabilidad, por prudencia y por amor, porque no tenemos el derecho ni de exponernos personalmente ni de exponer a nuestros hermanos y hermanas a un más extendido contagio.

En segundo lugar, tomo esta decisión también por solidaridad con nuestros hermanos musulmanes, que no tienen acceso a sus lugares de culto y que rezarán en sus casas; por solidaridad con nuestros hermanos judíos, quienes han suspendido todas las oraciones en las sinagogas del Reino; pero también por solidaridad con todos los cristianos que no tienen acceso a sus iglesias en Francia, Italia, España y en otros numerosos países. Finalmente, por solidaridad con el conjunto de la nación y con los ciudadanos del mundo entero.

NUESTRA VIDA CRISTIANA DEBE INTENSIFICARSE

Esta medida no tiene como propósito disminuir nuestra fe ni nuestra vida cristiana. Al contrario, debe estimularnos a rezar más, a intensificar nuestro contacto personal con el Señor, a sentirnos espiritualmente unidos al Cuerpo de Cristo del que somos parte. ¡Son “las iglesias” (edificios) lo que cerramos temporalmente, no “la Iglesia de Jesucristo” (comunidades cristianas)!

Pido a los sacerdotes que sigan celebrando la Eucaristía cada día, sin pueblo físicamente presente, pero haciendo presente a toda la comunidad y uniéndose espiritualmente a la Iglesia universal.

Les pido también que continúen estando disponibles para quienes quieran venir a ellos para confesarse o consultar, como también que faciliten el acceso a la capilla o iglesia si alguien quiere rezar individualmente allí o recibir la comunión. Si llega el momento, y si las circunstancias lo permiten y demandan, estaremos también disponibles para responder a las llamadas de los enfermos o de sus familia.

La caridad deberá inspirarnos otras formas de servir a nuestro prójimo en las circunstancias presentes: ayudar a las personas ancianas, visitar a quienes viven en soledad, prestar servicios sencillos a los vecinos, acompañar y ayudar a las personas en dificultad, siempre en el respeto de las consignas de seguridad y la “distancia social” recomendada.

MANTENER SOLO LAS ACTIVIDADES INDISPENSABLES

Está claro que tenemos que reducir al mínimo las actividades pastorales y de todo otro tipo, sobre todo si implican la participación de grupos de personas y el desplazamiento. A este respecto tenemos que seguir estrictamente las indicaciones de las autoridades civiles.

Con el Papa, recemos a la Virgen María para que Ella venga en nuestra ayuda:

“Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.
Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos,
que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación de todos los pueblos,
sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea,
pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos
y ha cargado nuestros dolores para conducirnos,
a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.

 

 

Que Dios nos acompañe y bendiga.
+Cristóbal Cardinal López Romero, sdb Arzobispo de Rabat
Administrador apostólico de Tánger

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