Toda nuestra diócesis ha rezado desde las diferentes comunidades acrecentando juntos la esperanza y la comunión.
Desde Alhucemas, Tetuán, Larache, Asilah, Tánger y otras ciudades, hemos compartido, también mediante las fotografías, momentos de oración y de memoria de todos aquellos, amigos, parientes, misioneros, migrantes y familiares que han dejado huellas de amor en nuestra vida.
Fray Emilio, nuestro Administrador Apostólico nos decía, con el realismo que lo caracteriza, que: “tras haber celebrado la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia nos convoca al dia siguiente, para celebrar con el corazón cargado de sentimientos la memoria de los fieles difuntos; y que la muerte es un misterio que nos desconcierta, para el que no se puede encontrar una respuesta sino en la fe misma”… “El paso de Jesús por la muerte hace que esta quede transformada en un puente para que el hombre retorne a Dios”…
“No se trata de angustiarnos al pensar en el momento de la muerte sino de reconocer que forma parte de nuestra existencia y que por lo tanto, esta vida hemos de vivirla con toda intensidad. La vida es un don precioso y debemos aprender a disfrutar cada segundo de nuestra existencia, compartiendo esta vida con quienes nos rodean, haciendo nuestras sus alegrías y tristezas, sus esperanzas y sus desilusiones”.
Destacamos también el saludo que desde Larache nos envió el Padre Rolando, responsable diocesano para el Diálogo Interreligioso y la experiencia por el vivida junto con la comunidad desde “la plaza de la tolerancia” en donde confluyen tres cementerios, cristiano, musulman y judio.
Una expresión más, que tenemos en común con todas las religiones monoteístas, que encuentra su confirmación en la famosa frase de San Juan de la Cruz, extraída de “Dichos de luz y amor” que nos recordó en su homilía para esta ocasión nuestro Administrador Apostólico: “Al atardecer de la vida me examinaran del amor”.