Carta del Administrador Apostólico por la Jornada de la Vida Consagrada 2023

CAMINANDO EN ESPERANZA

Carta con motivo de la XXVII Jornada mundial de la vida consagrada 2023

“Caminando en esperanza”. Este es el lema con el que la Iglesia celebra el 2 de febrero la Jornada de la Vida Consagrada, coincidiendo con la fiesta de la Presentación del Señor. Un día especial para pararse a valorar y agradecer el don de la vida consagrada tal y como el Espíritu la va suscitando en la Iglesia de cada tiempo.

Toda la Iglesia, en cuanto germen y principio del reino de Cristo y de Dios en la tierra(LG 5) está llamada a ser en todo tiempo y lugar sal y luz que genere e infunda esperanza en el mundo, lo cual no ha sido ni será nunca una misión fácilmente comprendida y aplaudida, porque la Iglesia propone una cosmovisión y una escala axiológica que entra frecuentemente en conflicto con muchos de los valores que vertebran la sociedad. En el mundo, la Iglesia no sólo tiene el derecho y el deber de anunciar y significar el Reino futuro, sino también de hacerlo ya presente, y de anticipar –en sus líneas esenciales– su definitiva consumación, reviviendo y actualizando, aquí y ahora, el estilo de vida de Jesús.

Esta misión escatológica que corresponde a toda la Iglesia, se cumple, de una manera especial –aunque no exclusiva–, por medio de la vida consagrada: principalmente por la donación total e inmediata a Dios–Trinidad (dimensión teologal-contemplativa), y por la vivencia actualizada de la virginidad, pobreza y obediencia históricas de Cristo, que son un verdadero signo y anticipo del Reino de los cielos (cf. LG 44; PC 1). La misión desarrollada por la vida consagrada –sea ésta la que fuere– brota necesariamente de esta fuente.

La vida consagrada es una realidad esencialmente carismática y cristológica, una donación total e inmediata a Dios, de naturaleza estrictamente teologal; estamos ante una experiencia fuerte, intensa, vigorosa y duradera de Dios–Trinidad (del Padre, en el Hijo, por el Espíritu Santo) que se incorpora incluso a la propia psicología y llega a formar parte de la personalidad de los consagrados.

El Concilio Vaticano II señala como criterio decisivo y permanente de adecuada renovación de la vida consagrada, la vuelta a los orígenes: El regreso continuo a las fuentes de toda vida cristiana y a la inspiración fundacional, que se encuentra en el inicio de las distintas formas de vida consagrada, aparece como principio y condición indispensable para poder vivir con autenticidad este género de vida y caminar hacia delante con creciente fidelidad (cf. PC 2).

Si el origen último de la vida consagrada y la fuente viva de este modo peculiar de caminar cristianamente es Dios-Trinidad, hay que volver decididamente a la Santísima Trinidad para entrar en la esencia originaria de esta forma de discipulado en seguimiento a Cristo; éste será también el mejor modo de redescubrir lo verdaderamente nuevo y actual y lo definitivamente válido en la vida consagrada.

Viene bien recordar, aquí y ahora, unas conocidas palabras de Karl Rahner, relativas a la espiritualidad cristiana del futuro, pero que tienen valor de principio universal: “Lo nuevo en el cristianismo es siempre el descubrimiento creador de su esencia originaria”.

Es posible para todos caer, con relativa facilidad, en el error de confundir la actualidad con la moda, y lo nuevo con lo novedoso. La moda es, por su misma naturaleza, voluble y caprichosa, esencialmente pasajera; no sólo mudable con el tiempo, sino cambiante a corto plazo. Los promotores de la moda faltarían a su deber si no la hicieran cambiar enseguida: “Si te casas con la moda, te quedará viudo muy pronto”. Hablar de “una moda duradera” es una profunda contradicción, por eso, nada resulta más actual, tanto en el campo de la vida cristiana como en el de la sociedad en general, que lo imperecedero, porque es válido en todas las circunstancias.

En este sentido, la manera adecuada, fecunda, de ir encontrando la actualidad de las cosas es recuperar, en cada circunstancia, lo más radical, lo más auténtico, lo más original. La vida de la Iglesia es un redescubrimiento permanente, y si llegamos a redescubrir lo que es originalmente lo más profundo, lo más permanente, acertaremos a encontrar su actualidad y su eficacia en este momento de nuestra historia. Si intentáramos actualizarnos buscando obsesivamente la coincidencia con los usos de la coyuntura del momento, no lograríamos más que un maquillaje de modernidad, en vez de una actualización de lo sustancial y de los permanente”. Estas palabras del cardenal claretiano Fernando Sebastián Aguilar, son profundamente lúcidas en un momento en que prima lo novedoso y cambiante como un valor que, tantas veces, se acoge y se acepta indiscriminadamente.

No podemos olvidar que la vida consagrada es un acontecimiento eclesial, histórico y teológico a la vez. Y para entender este acontecimiento singular hay que remontarse hasta su fuente viva, hasta su origen, hasta la raíz última de donde recibe su savia vivificadora. En otras palabras, hay que remontarse hasta Jesucristo en su modo histórico de vivir para Dios y para los hombres, porque ahí es donde encontramos el origen último de los consejos evangélicos y del modo estable de vida que en ellos se fundamenta. El Concilio Vaticano II destacó con fuerza el origen cristológico de la vida consagrada (cf. LG 43, 44, 46; PC 1).

Durante mucho tiempo la Teología de la Vida Religiosa descuidó durante mucho tiempo el ejercicio de volver al verdadero origen de la vida según los consejos evangélicos y su primordial e irrenunciable dimensión cristológica y pneumatológica; los consejos evangélicos se desvincularon de la presencia y acción carismática del Espíritu Santo en la Iglesia y de Cristo –de su vida y de su mensaje–; justamente por eso, se cayó en un moralismo y un legalismo lamentables.

Lo más originario en la vida consagrada, entendiendo originario en su doble sentido: como lo primero y lo que es origen de todo lo demás, no es su condición de signo o de testimonio. Ser signo y testimonio es, sin duda, para la vida consagrada, algo esencial e irrenunciable; pero no constituye su esencia última. Su origen deriva de otra parte: del hecho de ser, por designio del Padre y por la acción del Espíritu Santo, seguimiento radicalmente evangélico de Jesucristo (cf. LG 44; PC 2 a, e; ET 12; MR 10).

El Concilio concluye el capítulo de la Lumen Gentium dedicado a los religiosos, haciendo una apremiante exhortación a todas y cada una de las personas llamadas a la profesión de los consejos evangélicos a permanecer en la vocación a la que han sido llamados por Dios y a crecer en fidelidad, “para una más abundante santidad de la Iglesia y para mayor gloria de la Trinidad, una e indivisible, que en Cristo y por Cristo es la fuente y origen de toda santidad” (LG 47).

Concluyo estas palabras con unas ideas esperanzadoras y estimulantes tomadas de la homilía del papa Francisco en la Eucaristía celebrada en San Pedro del Vaticano, con motivo de la XXIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada (2 de febrero de 2019); en ella el papa afirma que la Vida Consagrada es: alabanza que da alegría al pueblo de Dios y visión profética que revela lo que importa. Cuando es así, florece y se convierte en un reclamo para todos contra la mediocridad: contra el descenso de altitud en la vida espiritual, contra la tentación de jugar con Dios, contra la adaptación a una vida cómoda y mundana, contra el lamento, la insatisfacción y el llanto, contra la costumbre del «se hace lo que se puede» y el «siempre se ha hecho así». La vida consagrada no es supervivencia, es vida nueva. Es un encuentro vivo con el Señor en su pueblo. Es llamada a la obediencia fiel de cada día y a las sorpresas inéditas del Espíritu. Es visión de lo que importa abrazar para tener la alegría: Jesús.

Deseo una serena y gozosa Jornada de la Vida Consagrada a quienes en nuestra archidiócesis caminamos como discípulos de Cristo, respondiendo a su llamada con una consagración que nos vincula íntimamente a Él y quiere ser signo creíble del absoluto de Dios-Trinidad y de un Amor que nos impulsa a desapropiarnos de nosotros mismos, para hacer de nuestras vidas una entrega total a todos, pero de modo muy particular a las víctimas de cualquier tipo de desamor.

2 de febrero de 2023

Fr. Emilio Rocha Grande OFM