Delegación de Migración (El premio Pro Derechos Humanos)

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Buenas tardes a todos y todas.

Desde la Delegación Diocesana de Migraciones nos sentimos muy honrados al recibir este Premio por los Derechos Humanos y queremos agradecer a la APDHA y a la Ciudad de Cádiz el reconocimiento a nuestra labor.

Siempre hemos entendido que recibir un premio, un reconocimiento, es un regalo, una gracia, pero en un día como hoy, día internacional de los derechos humanos, y en un contexto migratorio como el que estamos viviendo, es algo triste porque significa que los derechos humanos están en crisis y necesitamos de grupos y entidades que velen por ellos.

Los Derechos Humanos son inherentes a nuestra naturaleza. Son derechos intrínsecos que deben tener asegurados todos los habitantes del mundo y no “concesiones” que puedan retirarse, retenerse u otorgarse por capricho o intereses de alguien. Son inalienables, interdependientes e indivisibles.

La ausencia de esos derechos no sólo constituye una tragedia humana, sino que también crea las condiciones de inestabilidad social y política, donde germinan la violencia y los conflictos que se producen entre las sociedades y las naciones y dentro de éstas.

Hoy día estos derechos no han logrado su verdadera incidencia en la vida económica, ni política, ni jurídica, social, cultural, educativa y ambiental. Está pendiente, ya que ella debe traducirse en compromisos concretos de los Estados para garantizar la seguridad humana en todas sus expresiones, en sintonía con las exigencias que la comunidad internacional y la sociedad demandan. Es necesario que estos derechos tengan vigencia efectiva.

En el tema de las migraciones, aunque existen numerosos grupos que hacen de ellas una experiencia positiva y fortalecedora, resulta cada vez más urgente y necesario un sistema de coordinación basado en los derechos humanos a nivel mundial, nacional y regional. La existencia de unas políticas migratorias, que no son respetuosas con los derechos humanos, está provocando una gran crisis de derechos para los migrantes, tanto en las fronteras como en los países de tránsito y destino.

Los Derechos Humanos están en crisis, no solamente por la existencia de violaciones ya que éstas acurren y han ocurrido siempre, sino por las formas de legitimación en que estas violaciones son aceptadas como necesarias.

Como sociedad, no podemos acostumbrarnos o resignarnos ante las violaciones de derechos humanos. Frente a esto, la construcción de un entorno de legalidad, tolerancia, inclusión y respeto a los demás se vuelve un asunto urgente, que debe ser un objetivo y prioridad compartida, tanto para las instituciones como para la sociedad.

Este premio que recibimos hoy, queremos ofrecerlo a tantas personas inmigrantes invisibilizadas en números, que arriesgan su vida por una vida digna y sufren cada día las consecuencias de las violaciones de sus derechos humanos esforzándose en cada instante por mantener viva la esperanza.

También lo ofrecemos a todas las asociaciones y entidades que desde nuestro empeño diario contribuimos con buenas prácticas para aliviar las consecuencias que trae para las personas y grupos las violaciones de los derechos humanos.

Y a todo el equipo de personas contratadas, voluntarias y vida religiosa que colaboran directa o indirectamente en la Delegación Diocesana de Migraciones. Sin ellos, sin su compromiso y entrega a los inmigrantes sería imposible responder a las necesidades que nos encontramos cada día.

Los Derechos Humanos se sostienen sobre dos pilares esenciales de la humanidad: La libertad y la plena igualdad entre todos los seres humanos. Condiciones inherentes a todo ser humano sin ningún tipo de limitaciones, sean éstas: culturales, económicas, étnicas, sexuales, religiosas, etc. El concepto de Derechos Humanos hace referencia al sentido de la dignidad humana antes que a cualquier formulación jurídica o política.

La declaración no tiene carácter vinculante, pero definió un ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, “a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose en todos sus derechos y libertades, aseguren por medidas progresivas de carácter nacional e internacional su reconocimiento y aplicación universales”.

Defender y respetar estos derechos, implica optar todos juntos, tanto políticos como entidades civiles, por la defensa y el respeto de la dignidad de la persona y por la justicia.

Luchemos por un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria disfruten de su DIGNIDAD COMO PERSONAS.

Muchas gracias a todos.

Inma Gala ccv

Delegada Diocesana de Migraciones

Diócesis de Tánger.