En este domingo la Iglesia recuerda la elección de David y la curación de un ciego de nacimiento.
David y el ciego: dos vidas, dos experiencias de gracia, dos encuentros con el Dios de la salvación, y un salmo para expresar lo que cada uno de ellos lleva en el corazón: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
El relato de lo que David y el ciego vivieron, es anuncio de lo que esperamos vivir en la eucaristía, y da razón de lo que hemos vivido en nuestro bautismo.
Hoy, cada uno de nosotros recuerda agradecido su encuentro con la Luz de Dios en la “piscina del Enviado”, el encuentro con Cristo en la fuente bautismal.
Hoy, la comunidad de los bautizados, se dispone al encuentro con Cristo, luz del mundo, en el sacramento de la eucaristía.
Hoy, la Iglesia hace suyas las palabras del salmo para cantar, con David y con el ciego, la dicha renovada del encuentro con el Señor: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
Tú que has sido iluminado “en la piscina del Enviado”, puedes decir con verdad: _“El Señor me guía por el sendero justo… Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo”. El Señor, que va contigo, él es la luz que te ilumina.
Tú que reconoces a Cristo en la comunidad con la que celebras, en la palabra de la Escritura que escuchas, en el sacerdote que preside tu celebración, puedes decir con verdad: _“Tu bondad, Señor, y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.
Tú que te dispones a sumergirte en la luz, a comulgarla, puedes decir con verdad: _Señor, “tú preparas una mesa ante mí… me unges con perfume y mi copa rebosa”.
Tú, Iglesia de Cristo, cuerpo de la Luz, has de llevar en la vida de tus hijos los frutos de la luz, que son bondad, justicia y verdad. Has de “soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos”.
Que todos conozcan tu casa, tu ajuar, tu pan, tu pasión por el que sufre, como tú has conocido la pasión de Dios por ti.
Que todos conozcan tu amor, y reconozcan por ti que Dios es su pastor.
Feliz domingo.