El sábado 24 de mayo se celebró en Asilah uno de los encuentros de oración y convivencia programados por la Delegación Diocesana de Vida Consagrada. En este encuentro, además de los consagrados –unos 50- participaron también algunos seglares.
Oración, reflexión y diálogo estuvieron dirigidos por la hermana Emma Martínez Ocaña, teóloga y psicoterapeuta del Instituto Teresiano.
De su mano, nos hemos acercado a una espiritualidad para el tiempo que nos ha tocado vivir, una espiritualidad para un “mundo en emergencia”, ya se entienda esa expresión como constatación de un peligro, ya se entienda como indicación de una oportunidad.
En un tiempo de “noche” –oscuridad, miedo-, hemos de encender las estrellas de la consciencia, de la pasión por la vida, de la compasión, de la búsqueda.
En un tiempo de “caos” –tormenta, ruido, amenaza-, el Espíritu nos empuja a permanecer en los compromisos adquiridos, en fidelidad a Jesús y al Reino de Dios. Se nos pide soltar amarras e izar velas; se nos pide ser en diálogo, cultivar una escucha tolerante y humilde, cultivar la esperanza evangélica.
Pero nuestro tiempo es más que oscuridad y caos, es sobre todo oportunidad y novedad. El Espíritu lo ha abierto a la pluralidad, al diálogo entre culturas, al diálogo entre religiones, a una multiplicidad armónica de colores en la belleza de un arco iris. En este tiempo se nos pide cultivar una espiritualidad de la conexión, de las relaciones, una espiritualidad cuya dimensión más honda se da en la experiencia mística.
Es tiempo de amanecer a una nueva conciencia planetaria, a un nuevo humanismo. Es hora de testigos que, desde la experiencia de Dios, nos acompañen a la hondura de su misterio.
Esta Jornada de oración y convivencia es la segunda organizada este año por la Delegación de Vida Consagrada.
En la primera, celebrada el pasado día 15 de Febrero, Dolores Aleixandre nos había acompañado en la reflexión sobre “La misión desde el punto de vista bíblico”. Entonces intentamos aprender, orando, a vivir en el entorno de Jesús como aprendices de evangelizadores.
De ambas Jornadas guardamos un recuerdo agradecido, pues han sido hermosas, provechosas, sugerentes, y nos han dejado más cerca del Señor y de su evangelio.