La reunión de los miembros de la vida consagrada presentes en Marruecos (COVICOMA) que ha tenido lugar el día 1 de mayo en Rabat ha tenido sobre todo este acento: la alegría de reunirse, la que brota de conocerse, de reencontrarse, de compartir la vida y la fe, como discípulas y discípulos misioneros de Jesús en esta tierra marroquí que nos acoge.
Un centenar de personas, entre religiosos, religiosas, sacerdotes y laicas consagradas, se reunieron en la casa Notre Dame de la Paix, provenientes de los diferentes extremos de las diócesis de Tánger y Rabat: desde Nador y Oujda en el nordeste hasta Agadir por el sur, acompañados por sus pastores, Fr. Emilio Rocha, ofm, arzobispo de Tánger, y el cardenal Cristobal López, sdb, arzobispo de Rabat. Se empezó con un momento de oración en común y unas dinámicas de conocimiento recíproco que permitieron visualizar la gran diversidad que representa la vida consagrada en este país del norte de África.
En esta jornada se ponía en común el trabajo realizado a lo largo de todo este curso, sobre el sentido de la vida consagrada en Marruecos. Por comunidades, zonas y diócesis, se había ido reflexionando sobre esta cuestión basilar: el significado de la vida consagrada en Marruecos y los desafíos que supone. Se presentó la síntesis de todo este trabajo, que se puede resumir en cuatro grandes desafíos: el de la interioridad, el del testimonio, el de la inculturación y el del aislamiento. Hubo un tiempo en el que identificar en grupos cómo priorizar estos desafíos y con qué medidas concretas podríamos hacerles frente.
La comida compartida era un ejemplo más de este gran espíritu fraternal que reinaba entre todos los presentes, que culminó en la celebración de la eucaristía a la tarde, en la iglesia de San Francisco. Fue un momento en el que poner sobre el altar las esperanzas y los proyectos para el Reino de Dios que llevamos a cabo como Iglesia en estas tierras marroquíes y para dar gracias a Dios por la posibilidad de vivir nuestra vida consagrada aquí.