La gloria del Señor amanece sobre ti:

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navidadfelicLa Iglesia, que en los ocho días de su fiesta de Navidad celebró la manifestación de Cristo al pueblo de Israel, celebra ahora el misterio de su manifestación a los demás pueblos, representados en unos Magos que, guiados por la estrella del Rey de los judíos que ha nacido, llegan de oriente para adorarlo.

Hoy, un gran misterio ha sido revelado por el Espíritu  a sus santos apóstoles y profetas: “que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en  Jesucristo, por el Evangelio”.

“También los gentiles”, es decir, también nosotros, los que antes no éramos pueblo y ahora somos pueblo de Dios, los llamados abandonados que ahora se descubren predilectos, los considerados extraños que han entrado como hijos en la casa y familia de Dios, los que estaban lejos y ahora son miembros de un único cuerpo del que Cristo es la cabeza.

Haber conocido la dicha de esta gracia no nos hace superiores a quienes la desconocen, sólo nos hace sus deudores. Y esa deuda no la podremos saldar con palabras si no las acompaña el testimonio de la alegría, de la gratitud, de la caridad, de toda nuestra vida.

No podremos anunciar el evangelio si no lo hemos recibido, si no lo hemos creído, si no lo hemos gustado, si no hemos reconocido el amor que nos lo entrega, si no hemos acogido a Jesús que nos lo revela, si delante de este Rey que nos ha nacido no hemos caído de rodillas y lo hemos adorado.

No podremos anunciar el evangelio si, después de adorar, no hemos abierto nuestros cofres para ofrecer al Rey en regalo nuestras vidas.

No podremos anunciar el evangelio si no lo comulgamos.

¡Levántate, brilla, Iglesia cuerpo de Cristo, porque ha llegado tu luz, la gloria del Señor ha amanecido sobre ti! Si entras en la casa de Dios y ves al niño, si lo reconoces en la Palabra de Dios, en el sacramento la Eucaristía, en la comunidad de los fieles y en la vida de los pobres, si lo confiesas tu Dios, tu hermano, tu redentor, ¡hoy es Epifanía del Señor para ti!, y tus hijos vendrán de lejos atraídos por el resplandor de tu gloria.

Feliz encuentro con el Señor.