Lo que Dios es para mí, supongo que es semejante a lo que manifestó ser para todos en Cristo Jesús; así que de eso nada diré.
Donde la cosa empieza a ser necesariamente personal es cuando damos nombre a lo que imaginamos ser para Jesús; o lo que es lo mismo, a lo que deseamos ser para Dios.
En mi inconsciencia de niño pensé que podía ayudar a Jesús a llevar la cruz.
En mis ensoñaciones adolescentes me vi como un cirio que se consume en el altar, junto al tabernáculo de la Eucaristía, señalando a todos la presencia del Señor.
La de una vela que ilumina me parecía una hermosa manera de vivir y de morir.
Y no cambiaba el sentido de esa vida si en el altar, en vez de un cirio encendido, lo que se consumía fuese una hermosa planta o su hermosa flor.
No sé de dónde me vino la idea, pero pensé que sería una locura divertida si llegaba a ser el peluche del niño Jesús.
Y cuando se me dio algo de cordura, hallé que era buen oficio para mí el de borrico para desplazamientos del Señor.
Y aquí me tienes desempeñando mi trabajo en este día de entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Hoy volverá a ser Escritura cumplida para ti lo que había dicho el profeta: “Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila”.
El de hoy va a ser un domingo de ramos muy especial:
A la celebración acostumbrada le faltarán “el camino” y “la calzada”. Hoy los pasos de la borriquilla se quedarán en el silencio de sus capillas; las cofradías sólo podrán imaginar la hondura emocional de un recorrido que no van a hacer; hoy no habrá una multitud que llene las calles para hacer memoria de la entrada de Jesús en Jerusalén.
Y, sin embargo, no faltará el Señor a su cita contigo y hará su entrada en tu casa. Irá a ti, llamará a tu puerta, extenderás a sus pies el homenaje gozoso de tu fe: tu ramo de palabras en flor, tu vestido de fiesta. Y si alguien te pregunta por la alegría que ha llegado a tu casa, tú les dirás: “Es Jesús, el profeta de Nazaret”.
Este año, vítores y aplausos los oirá sólo el Señor que está en todos los labios y en todas las manos.
Por su parte, la borriquilla se conformará con soñarlos, dichosa de llevar consigo al Rey que visita los hogares.
De Jesús se dice que llega humilde, y lo dicen por el borrico que le sirve de montura: es sólo eso, un borrico.
Así de humilde, asombrada, ligera y feliz, con Cristo Jesús, entra hoy en tu casa la Iglesia entera, ella también a lomos de borrico.
Feliz domingo a todo el pueblo santo de Dios.