MISIONERAS DE LA CARIDAD: Un dia de fiesta

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«La paz comienza con una sonrisa» 

 (Madre Teresa)
064Tánger,7 de octubre.
Ayer, día 6 de octubre, vísperas de la festividad de la Virgen del Rosario, nuestras hermanas misioneras de la caridad celebraron el aniversario de su fundación. Una ceremonia sencilla y familiar con la celebración de la eucaristía presidida por nuestro arzobispo fr. Santiago Agrelo, quien aprovechó, al finalizar, junto con otros fieles, para visitar la buena marcha de las obras de restauración de este antiguo edificio, y saludar a los bebés y las madres allí acogidos.
El 7 de Octubre de 1950, las Misioneras de la Caridad, fueron oficialmente reconocidas como un Instituto Religioso por la Archidiócesis de Calcuta. Ese mismo año empezaron a ayudar a las personas enfermas de lepra. En el año 1965, el Papa Pablo VI colocó a la congregación de las Misioneras de la Caridad bajo el control del Papado y autorizó a la Madre Teresa a expandir la Orden religiosa a otros países. Alrededor de todo el mundo se abrieron centros para atender leprosos, ancianos, ciegos y personas que padecen del SIDA y se fundaron escuelas y orfanatos para los pobres y niños abandonados.
Las misioneras de la caridad están en nuestra diócesis de Tánger desde el año 1989. Residen en las dependencias de la antigua Iglesia de la Purísima, dentro de la misma medina, Su labor es de acogida a madres solteras y mujeres abandonadas, guardería para niños con madres en situación de dificultad, atención a los niños de la calle y visita a inmigrantes en la cárcel que no cuentan con servicios de atención oficial por parte de sus países.
065El sr. Arzobispo, en su homilía, invitó a las hermanas y a los fieles que asistieron a la celebración, a alegrarse como María: “Alégrate, llena de gracia”, recordando como, cada vocación y cada carisma, es un misterio de Dios que se expresa en los misterios del Santo Rosario.
“La paz comienza con una sonrisa”, dice la beata madre Teresa de Calcuta. Pues, alegrémonos todos, junto con María, y demos gracias a Dios por la presencia valiosa de ‘nuestras calcutas’.