El Espíritu Santo, el corazón misterioso del mundo, el viento sobre el abismo, el Amor en todo amor, es Dios en libertad. Libre y liberador como es el viento, lo más libre que existe, a veces es una brisa ligera, otras un huracán que sacude la casa; es una voz de sutil silencio, pero también es fuego ardiente. Viento que nunca calla, para que todo creyente sea envuelto e imbuido de él.
Pentecostés es una celebración revolucionaria cuyo significado todavía no hemos captado del todo, por eso cada año, la Iglesia que es Madre, nos propone hacer memoria de lo que sucedió en Jerusalén, mostrándonos que sigue siendo verdad que se actualiza en cada uno de nosotros: El Espíritu “os enseñará todo”…
Tal ha sido la experiencia que hemos vivido en nuestra Catedral de Tánger durante estos días, mientras acompañábamos a nuestros cuatro hermanos: Joseph, Tomás, Jordan y Ernesto en la preparación para recibir el Sacramento de la Confirmación.
La catequesis ofrecida en manera materna y amiga por la querida Hermana Saray de las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa; la atención continua del Padre Francois, sacerdote Javeriano, la disponibilidad de nuestro párroco franciscano Fray Silvio; y sobre todo el deseo sincero de cada uno de los jóvenes en la búsqueda de vivir más verdaderamente el encuentro con Cristo, nos han ayudado a todos a celebrar la Fiesta del Encuentro en la unidad que solo el amor puede realizar.
El sábado 4 de Junio, después de la Santa Misa vespertina, los jóvenes nos han introducido a la Adoración Eucarística con un momento de danza y música que nos ayudaron a comprender mejor como El Espíritu es creador y quiere discípulos creadores, a Su imagen.
El domingo 5, fue la explosión de esa Fiesta, con la efusión del Espíritu Santo sobre nuestros hermanos que recibían el sacramento de la confirmación y sobre los que ya lo habíamos recibido; con la paterna amabilidad con la que Fray Emilio, nuestro Administrador Apostólico -que presidió la Celebración Eucarística- fue guiando a través de sus gestos y de sus palabras el camino de estos jóvenes hacia “esa verdad toda entera” hizo que el gozo compartido abriera nuestros corazones a una esperanza que necesitamos continuamente renovar; una invitación a ir: “mar adentro”; una vela desplegada y el mar cambia, ya no es un vacío en el que perderse o hundirse. Basta que una vela se levante alta, para captar el soplo del Espíritu, y poder así emprender la aventura hacia nuevos mares, hacia islas intactas, olvidando el vacío. Y si nos hemos detenido, el espíritu libre y liberador de Dios nos hará volver a partir, mientras sigue realizando en la Iglesia la misma obra que hizo con Marcos, Lucas, Mateo, Juan y podemos agregar Jospeh, Tomás, Jordan, Ernesto y poner también el nombre de cada uno de nosotros; a este Espíritu que nos ha visitado le pedimos que nos siga generando en El para que navegando con Su Viento podamos ser testimonios, personas libres capaces de libertad.
Silvia Dall’O