La de las Misiones fue la primera de las Jornadas Mundiales que, por voluntad de la Santa Sede, se celebran en la Iglesia católica a lo largo del año. Después han ido surgiendo otras; en ellas, la Iglesia entera se siente especialmente unida a una intención particular: “El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32). Pío XI la instituye, con el nombre de “Domingo Mundial de las Misiones”, el 14 de abril de 1926, a los pocos años de haber nombrado “Pontificias” tres iniciativas particulares que promovían la cooperación misionera. Desde 1943, es conocida como DOMUND en todos los ámbitos eclesiales de lengua castellana.
El papa Francisco recuerda su finalidad: “Animar y profundizar la conciencia misionera de cada bautizado y de cada comunidad, ya sea llamando a la necesidad de una formación misionera más profunda de todo el Pueblo de Dios, ya sea alimentando la sensibilidad de las comunidades cristianas a ofrecer su ayuda para favorecer la difusión del Evangelio en el mundo” (Mensaje DOMUND 2013, 5). A ello contribuye la multitud de iniciativas de los responsables diocesanos de la animación misionera y de las comunidades eclesiales, secundando la explícita voluntad misionera de los respectivos pastores, que a comienzos de octubre exhortan a sus fieles con una carta pastoral.
El DOMUND de este año, domingo 20 de octubre, coincide prácticamente con la clausura del Año de la Fe, que se abría con la exhortación de Benedicto XVI: “«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Tes 3,1): que este Año de la Fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues solo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero” (Porta fidei, 15). Anhelo que asume como propio el Papa Francisco: “Este es mi deseo para la Jornada Mundial de las Misiones de este año” (Mensaje DOMUND 2013, 5).
La Jornada tiene una dimensión universal, que desborda cualquier tentación de las comunidades cristianas de cerrarse en sí mismas por la preocupación de dar respuesta a sus propios problemas. Este carácter universal parece una obviedad al confesar la fe católica; sin embargo, el compromiso misionero encuentra sus principales obstáculos no solo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial, cuando los cristianos ceden ante los particularismos, que a veces llegan a ser excluyentes. Estos reduccionismos, en virtud de justificaciones subjetivas razonables, pueden llevar a que la responsabilidad misionera se circunscriba solo a las llamadas “nuestras misiones”.
Frente a tal peligro, esta es la grandeza de la Jornada Mundial: que es católica, de toda la Iglesia y para toda la Iglesia. No hay ámbitos misioneros propios, sino que compete a la Iglesia la solicitud por todas las Iglesias. De ahí la invitación que nos hace el Santo Padre “a sostener, con visión de futuro y discernimiento atento, la llamada misionera ad gentes, y a ayudar a las Iglesias que necesitan sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos para fortalecer la comunidad cristiana” (Mensaje DOMUND 2013, 5). Este servicio se hace realidad en los 126 países donde están presentes las Obras Misionales Pontificias (OMP), a cuyos directores nacionales ha pedido el Papa “continuar vuestro compromiso para que las Iglesias locales asuman cada vez más generosamente su parte de responsabilidad en la misión universal de la Iglesia” (Roma, 17-5-2013).
Esta corriente de solidaridad entre todas las Iglesias, en comunión con el Obispo de Roma –Pastor no solo de su Iglesia particular, sino también de todas las Iglesias, porque es “principio y signo de la unidad y la universalidad de la Iglesia” (LG 23)–, se enriquece, en primer lugar, con una cooperación espiritual: “Orar con espíritu misionero implica diversos aspectos, entre los cuales destaca la contemplación de la acción de Dios, que nos salva por medio de Jesucristo. De esta manera, la oración se convierte en una viva acción de gracias por la evangelización que nos ha llegado y sigue difundiéndose por todo el mundo; […] se convierte en invocación al Señor, para que nos haga instrumentos dóciles de su voluntad, concediéndonos los medios morales y materiales indispensables para la construcción de su Reino” (Juan Pablo II, Mensaje DOMUND 1994, 4).
Cooperación personal, también, con el envío de nuevas vocaciones como “ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo” (EN 80). El DOMUND es otra oportunidad para que en las comunidades cristianas se susciten nuevas vocaciones para la misión, vocaciones misioneras ad vitam o vocaciones misioneras Fidei donum por un largo período de tiempo. “Me gustaría subrayar”, añade el papa Francisco, “que las mismas Iglesias jóvenes están trabajando generosamente en el envío de misioneros a las Iglesias que se encuentran en dificultad –no es raro que se trate de Iglesias de antigua cristiandad–, llevando la frescura y el entusiasmo con que estas viven la fe que renueva la vida y dona esperanza” (Mensaje DOMUND 2013, 5).
Y, por último, cooperación económica. Las OMP gestionan el Fondo Universal de Solidaridad, al que llegan las aportaciones de los fieles que desean colaborar con la misión de la Iglesia. Es significativo cómo crecen las aportaciones de las Iglesias más jóvenes, que, conscientes de la gratuidad de lo que tienen, aunque sea poco, lo comparten. El Papa, a través de las OMP, distribuye equitativamente cuanto hay en dicho Fondo. De este modo, la caridad se hace universal y la misión es asumida por todos; y, con la limosna de todos, la Iglesia atiende como madre a sus hijos más necesitados. Se entienden así las palabras del Papa: “La Iglesia […] no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado” (Mensaje DOMUND 2013, 4).
Simeón Stachera ofm
Director Nacional de Obras Misionales Pontificias en Marruecos