RAMADÁN

Con ocasión del comienzo del Ramadán

A los hijos de la Iglesia que peregrina en Tánger, y a nuestros hermanos musulmanes: PAZ Y BIEN.

Queridos: El comienzo del sagrado mes del Ramadán me permite compartir con todos vosotros  sentimientos y preocupaciones que la fe va dejando dentro de mí, y que seguramente encontrarán eco en preocupaciones y sentimientos que ya hay dentro de vosotros.

Sentimientos:

La dimensión penitencial que siempre tiene el ayuno, habiendo de tener en todo tiempo y lugar un carácter espiritual, queda, si cabe, remarcada con más fuerza por las mayores privaciones que los días últimos de la primavera y los primeros del verano, largos y calurosos, imponen a los fieles musulmanes.

En ese duro camino, los ha de acompañar y sostener con asiduidad la oración de la comunidad cristiana.

Unos y otros hemos de volver a Dios nuestros corazones, y ello será posible si se vuelve a los hermanos nuestra solidaridad justa y compasiva.

Los cristianos nos unimos a nuestros hermanos musulmanes en su oración de agradecimiento a Dios por el don del Corán, y en su alegría festiva por el mensaje divino que les sirve de guía en el camino de la vida.

Preocupaciones:

Desde hace años, en medio de nosotros –en nuestras ciudades y en nuestros bosques- se mueve el pueblo de los emigrantes considerados ilegales, irregulares o clandestinos.

El paso de los años sobre la vida de esos hermanos nuestros, no les ha traído más esperanzas sino mayores sufrimientos.

Ellos, sin embargo –lo digo con la certeza de no equivocarme-, son predilectos de Dios.

A ellos, a su tiempo, les hará justicia el Compasivo, el Misericordioso.

Pero ahora, en este tiempo nuestro, tiempo de conversión a Dios y de búsqueda de pureza para todos nosotros, al emigrante la justicia se la han de ofrecer nuestras manos, la ha de encontrar en nuestra solidaridad, le ha de salir al encuentro en nuestro compromiso con él contra la violencia de quienes lo oprimen.

Al lado de los emigrantes está el pueblo de los pobres que la sociedad del enriquecimiento va excluyendo del trabajo y de la dignidad debida a todo ser humano.

Todos hemos podido ver que a nuestras calles se asoma un mundo de hombres, mujeres y niños que rebuscan en la basura lo que necesitan para sobrevivir.

Que jamás se pueda decir que precisamente nosotros, los que hemos sido iluminados para nuestro bien con palabras del cielo y confesamos el amor compasivo de Dios a sus criaturas, somos los que humillamos a los pobres y los obligamos a buscar en contenedores de basura lo que no encuentran en nuestra piedad.

En nombre de la comunidad cristiana de la diócesis de Tánger puedo decir que acompañaremos con nuestra oración el camino de penitencia, de agradecimiento a Dios y de alegría de la comunidad musulmana en los días del Ramadán.

Con vosotros recordaremos a quienes están lejos de sus casas y a quienes no tienen una casa donde celebrar este sagrado mes.

A todos os deseamos un feliz y santo Ramadán.

Que la paz de Dios llene nuestros corazones.

Tánger, 25 de mayo de 2017.

Ramadán (FR)