Si amas a Cristo, lo verás:

amoracristoEl esposo tarda, y no se disculpa; las doncellas consideradas sensatas todo parecen menos generosas y solidarias; y las poco previsoras, las necias, cuya situación apurada el lector o el oyente entienden y comprenden sin dificultad, son las únicas sobre las que recae un juicio terrible que las deja fuera de la fiesta y además señaladas para siempre como ejemplo de lo que todos hemos de evitar.

Si queremos entrar en el secreto de la parábola, habremos de hacerlo a la luz del evangelio en su conjunto, y de la mano de la Iglesia, madre previsora y maestra premurosa de todos en la escuela de la celebración litúrgica.

El esposo del que se habla es un esposo cualquiera, y lo es también el banquete al que se entra. De la llegada de aquél y de la entrada en éste se desconoce la hora.  Ese detalle, la hora desconocida, hace que banquete y esposo representen la irrupción del misterio de Dios en la vida de su pueblo, la llegada del Reino de Dios, la llegada del ungido por el Espíritu para evangelizar a los pobres. La llegada del esposo en medio de la noche, las lámparas que la iluminan, la entrada con el novio en el banquete, recuerdan la noche de Pascua, y evocan una Pascua nueva, con un nuevo Éxodo, hacia una nueva Tierra de promisión: “Llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete”.

Ahora intuyes lo que significa que a ese encuentro llegues tarde y de esa dicha te quedes fuera.

A la luz del evangelio, « sensato» es el que escucha las palabras de Jesús y las pone en práctica; «necio» es el que escucha lo que Jesús dice, y no practica lo que ha escuchado.

El de la escucha y la obediencia a la Palabra, ése es el camino que lleva a la Pascua, a la Tierra, al Reino, a Cristo. Y por ese camino avanzan sólo los que tienen hambre y sed de Pascua, de Tierra, de Reino, de Cristo, de Dios.

Deja que te lleve de la mano la madre Iglesia. Ora con ella: “Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío”. Haz tuyas las palabras del Salmista: “Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”.

Si amas a Cristo, lo verás en el misterio de su palabra, en su cuerpo eucarístico, en su cuerpo eclesial; si lo buscas, lo encontrarás, maestro que te enseña, pan que te alimenta, pobre a la puerta de tu casa; si lo amas y lo buscas, entrarás con él al banquete de bodas del Reino de los cielos; si lo amas y lo buscas, siempre habrá estado contigo en tu deseo, en tu búsqueda, en tu amor.

Feliz domingo.

Otras noticias

MED25 Bel Espoir: Un barco escuela por la paz

Por las mujeres, “con la mano en el corazón”

Mons. Alfred Xuereb visita Mdiq

Formación online para los jóvenes

Caminar en esperanza hacia la Pascua del Señor

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies