Siempre discípulos: carta pastoral al inicio del curso 2025-2026

 

Carta pastoral al inicio del curso 2025-2026: Siempre discípulos 

Lettre pastorale au début de l’année 2025-2026 : Toujours disciples

 

 

Tánger, 22 de septiembre de 2025

SIEMPRE DISCÍPULOS

A todos los que estáis en la archidiócesis de Tánger, “amados de Dios, llamados santos, gracia y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Rm 1,7).

Cuando con toda la Iglesia seguimos caminando por la senda del Año Jubilar como “peregrinos de esperanza”, quienes formamos la Iglesia particular de Tánger nos disponemos a comenzar un nuevo año pastoral, y lo hacemos con la conciencia clara de que somos discípulos y de que todos los cristianos, hagamos lo que hagamos, estamos y estaremos siempre en la escuela de los discípulos de Cristo, único Maestro.

Los evangelios, presentan con frecuencia a Jesús acompañado de hombres y mujeres que lo siguen (cf. Lc 8, 1-3), escuchan su enseñanza, contemplan las obras que realiza, y comparten  su  día a día: son sus discípulos. Es precisamente de entre este numeroso grupo, que Jesús escogerá quienes serán los doce apóstoles. Los discípulos de la primera hora son hombres y mujeres humildes, que no pertenecen a ninguna élite, ni tienen una titulación académica superior, ni son héroes dotados de fuerzas sobrehumanas ni personas sobresalientes por sus virtudes, sino que, siendo muy “normales”, cada uno con sus luces y sombras, se han dejado conmover por Jesús y le han dicho, por boca de Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir?, sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). No podemos determinar qué es lo que atrae a cada uno de los discípulos, pero sí sabemos que se trata de algo dotado de la fuerza necesaria para hacerles dejar trabajo, casa y familia -es decir todas las seguridades en aquella época- para apostarlo todo a la única carta del seguimiento a Jesús.

Jesús no es un ingenuo; conoce muy bien los límites y las debilidades de aquellos a quienes llama y de aquellos que lo siguen. Basta recordar la paciencia con que una y otra vez les explica su personal camino de humildad, de entrega y de servicio, seguramente el mensaje que más les cuesta asumir; es esclarecedor acercarse a los tres anuncios de la pasión que hace Jesús y la constante oposición de los apóstoles para aceptar el proyecto mesiánico de Jesús, que pasa por la cruz (cf. Mc 8,31-9,1; 9,30-50; 10, 32-45). Y, sin embargo, a pesar de esto, Jesús mantiene con esos discípulos una relación de amistad que le lleva a compartir con ellos su secreto, afirmando “todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (cf. Jn 15,15).

El camino de formación y aprendizaje de los discípulos de Jesús no puede, ciertamente, evaluarse con criterios humanos. Es lo que vemos en Pedro cuando, movido por una revelación del Padre que está en el cielo (cf. Mt 16,17), confiesa que Jesús es “el Mesías, el Hijo del Dios vivo” (Mt 16,16), sin que “la carne y la sangre” hayan entendido adecuadamente el profundo significado y las graves consecuencias de este título. La plena comprensión no llegará a los apóstoles hasta Pentecostés, cuando la irrupción del Espíritu Santo les abra el entendimiento para comprender quién es el Maestro, empujándolos a vivir identificados con Él y con su entrega de la propia vida.

Estos discípulos de la primera hora -Pedro, Andrés, Santiago, Juan, María de Magdala…- pueden parecernos personas muy alejadas de nosotros en el tiempo y en el espacio, y es así, pero su experiencia de fe y de discipulado sigue siendo hoy modelo para la nuestra. En los relatos evangélicos, lo que se refiere a ellos hace relación también a nosotros, seguidores y discípulos del único Maestro. Como a ellos, no se nos piden méritos personales, sino que abramos nuestro corazón y dejemos que este arda cuando el Resucitado nos habla, cuando todo parece desmoronarse o cuando, a pesar de los obstáculos, decidimos, una vez más, vivir plenamente el Evangelio. Sabemos que llevamos un tesoro en vasijas de barro (cf. 2Cor 4,7), pero lo hacemos con el gozoso entusiasmo que se experimenta al haber encontrado el “tesoro escondido en el campo” (cf. Mt 13,44) y “la perla preciosa” (cf. Mt 13,45-46).

La escuela de Jesús es muy original: por muchos años que pasen, nunca salimos titulados, nunca llegamos a maestros, nunca somos bastante expertos. Siempre seremos discípulos (cf. Mt 10,24-25). Con humildad y sencillez de corazón sabemos que tenemos toda la vida para aprender la riqueza insondable de Cristo. Aquí no cabe el aburrimiento o la tibieza, nuestro camino de crecimiento en la fe, la esperanza y el amor concluirán cuando recibamos el abrazo de “nuestra hermana la muerte corporal” (cf. S. Francisco de Asís, Cántico de las criaturas), conscientes de que “ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos, (pero) sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es” (cf. 1Jn 3,2)

A la luz de lo anterior, Estimo conveniente que en el presente año pastoral, sin descuidar las demás dimensiones de nuestra vida cristiana, incidamos particularmente en la FORMACIÓN, que es mucho más que la INSTRUCCIÓN, aunque la englobe; LA INSTRUCCIÓN, se relaciona directamente con el campo académico de la transmisión y aprendizaje de conocimientos y requiere contar con la presencia de profesores competentes en la materia que se desea transmitir a los “alumnos”; la FORMACIÓN requiere contar con “maestros” que transmiten vida; hombres y mujeres capaces de contribuir a “dar forma” evangélica a los “discípulos”; esto requiere, es verdad, poseer conocimientos teóricos y capacidad pedagógica, pero requiere aún más vivir centrados en Cristo y sentir con fuerza la urgencia de que el Reino de Dios se haga cada vez más presente en nuestro mundo; requiere, mantener viva la propia condición de discípulos siempre en camino buscando cultivar incesantemente en la propia vida la relación personal con Jesús, anhelando crecer en “fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta”, las mismas virtudes teologales que san Francisco de Asís suplicaba a Dios le concediese al inicio de su conversión evangélica (cf. OrSD).

Teniendo presente lo anterior, para el curso pastoral 2025/2026 que estamos iniciando tendremos como eje que vertebre la vida de la archidiócesis la FORMACIÓN”; para ello tendremos muy en cuenta el objetivo general propuesto en el cuarto núcleo (Discipulado) del Plan Diocesano de Pastoral: “Acrecentar el deseo de vivir más conscientemente nuestro seguimiento de Jesús y de profundizar en nuestra fe”,

El objetivo general del capítulo cuatro del Plan Diocesano de Pastoral se desarrolla en  tres objetivos específicos a los que se asocian medios y acciones:

  1. Situarnos como discípulos y discípulas del Señor.

 Medios:

  • Cultivando la humildad y el deseo de aprender.
  • Mostrándonos dispuestos a dar razón de nuestra esperanza, con dulzura y respeto, a todo el que nos la pida[1].
  • Interesándose por profundizar en las fuentes de nuestra fe (Sagrada Escritura, Santos Padres, magisterio de la Iglesia…)

Acciones:

  • Recopilar y divulgar los documentos pastorales de la Iglesia presente en la región del Norte de África (CERNA), para reconocer y profundizar nuestra especificidad como Iglesia en Marruecos.
  • Organizar una Jornada anual de formación a nivel diocesano a modo de catequesis continua.
  • Ofertar formación por sectores (juventud, familias, adultos…), temáticas (Sagrada Escritura, moral, Doctrina Social…) y con motivo de Jornadas de la Iglesia universal

2. Promover la formación cristiana (bíblica, eclesiológica, sacramental, moral…).

 Medios:

  • Desarrollando la catequesis de adultos y otras ofertas de formación en las parroquias o por medio de las diferentes comisiones diocesanas.

Acciones:

  • Revisar el programa de formación catecumenal para jóvenes y adultos
  • Crear equipos de formadores itinerantes, que funciones incluso de modo on-line

2.2  Organizando retiros parroquiales en los tiempos litúrgicos fuertes o con motivo de jornadas eclesiales.

  • Cuidando la preparación de las homilías, sobre todo dominicales (a través del refuerzo de los equipos de liturgia parroquiales).
  • Reforzando la formación de los jóvenes en la afectividad-sexualidad por medio de personas especializadas.
  • Formándonos específicamente para la acción social.
  • Apoyando todo lo posible la formación de las personas migrantes (humana, cultural, profesional, religiosa…).
  • Estableciendo en las parroquias, en la medida de lo posible, una pastoral del encuentro y acogida de las personas alejadas de la Iglesia.

3. Acoger el desafío de la interculturalidad.

Medios:

3.1. Esforzándonos por cambiar de mentalidad (metanoia) y abandonar actitudes «coloniales».

Acciones:

  • Utilizar diversas lenguas en nuestros encuentros, en función de los participantes en las mismas, con un espíritu de inclusión y de acogida intercultural.

3.2. Buscando medios para mejorar el conocimiento de las diversas lengua habladas en el país (dariya, rifeño, español, francés, inglés).

 

Estos objetivos, medios y acciones son los que tendremos en cuenta durante el presente curso pastoral en las diferentes Delegaciones y Comisiones de la Archidiócesis con el fin de profundizar y afianzar nuestra condición de discípulos del único Maestro y Señor Jesucristo, siempre necesitados de seguir formándonos “hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud” (Ef, 4-13). Es una tarea exigente y apasionante, que requiere de todos y cada uno de quienes formamos esta Iglesia particular de Tánger familiarizarnos cada vez más con la lectura orante personal y comunitaria de la Palabra de Dios -especialmente los evangelios-, intensificar la hondura con la que celebramos los sacramentos y estar muy abiertos a la realidad social, local y universal, en que vivimos, sintiéndonos todos vinculados por un común bautismo en la Iglesia, Pueblo de Dios (cf. LG cap. II) y Cuerpo de Cristo (cf. 1Cor 12,12-27).

A todos os bendigo, deseando para vuestras comunidades parroquiales y de vida consagrada un año pastoral vivido como “peregrinos de esperanza”, glorificando a Cristo el Señor en nuestros corazones y estando siempre dispuestos para dar con delicadeza y con respeto a todo el que nos lo pida una razón de nuestra esperanza (cf. 1Pe 3,15-16).

+fr. Emilio Rocha Grande, ofm

Arzobispo de Tánger

[1]                  Cf. 1 Pe 3,15-16.

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