Nuestro viaje como voluntarios empezó seis meses atrás, en Bilbao, cuando tuvimos el primer encuentro del proyecto Elkar Topatzen 2023. Convocados por Alboan, de la comunidad Jesuita, nueve jóvenes de diferentes partes de España nos reunimos con un objetivo común, el de prepararnos para vivir una experiencia de servicio, en verano, lejos de nuestros hogares. Nos repartiríamos a los dos lados de la frontera: algunas personas en Melilla, otras en Nador. Seis meses dan para mucha preparación, y aparecían cuestiones de todo tipo:
“Te vas a un lugar desconocido, con otro idioma, otras costumbres y creencias… ¿Seguro que quieres ir?
Estos pensamientos me acompañaban a veces durante los meses previos a la experiencia. Entonces, siempre aparecía una pequeña luz en el corazón, que me decía:
No, no sabes a dónde vas: pero nunca lo sabrás, si no te atreves a confiar.
Ahora, después de vivir un mes en Nador, creo que esa luz sabía muy bien lo que decía. Me invitó a decir que Sí a conocer lugares donde el amor de Dios está presente en cada esquina. Donde todo el mundo tiene lugar, y cada persona es acogida y valorada por ser quien es. En la Darjeria, un centro de acogida para personas ancianas y/o enfermas sin recursos, fuimos testigos de cómo la bondad es capaz de sostener la vida y dignificarla, incluso en las etapas más difíciles. Siempre recordaré la ternura que se respiraba en cada rincón del centro, convirtiéndolo en un verdadero hogar para las personas que viven en él.
En el centro Baraka, pudimos ver cómo, a través de Cáritas, se ofrecía un programa de soporte social y emocional a un grupo de mujeres en situaciones difíciles con sus hijos e hijas. Al frente del equipo de trabajo, tuvimos la gran suerte de conocer a un grupo de mujeres fuertes y determinadas, que lideraban el proyecto con serenidad y con amor, y que fueron para nosotros tanto un ejemplo a nivel profesional, como un apoyo sincero en lo personal. Gracias a este equipo, tuvimos la oportunidad de acercarnos a las distintas realidades e historias de las familias que venían al servicio, que nos recibieron con confianza y alegría. Con el grupo de madres, pudimos abrir un espacio donde hablar de sus historias de vida, poniendo en valor el sufrimiento, y también las fuentes de consuelo y de esperanza. Con los pequeños, hicimos actividades educativas donde pudieron jugar y aprender, compensando la distancia del idioma con mucha creatividad. Quedamos profundamente agradecidos por la disponibilidad y la cálida confianza que nos brindaron, tanto las personas que atendimos, como todo el equipo de personas que trabajan en ambos centros. Su ejemplo de amor y servicio es de valor incalculable, y guardaremos para siempre en el corazón el vínculo que ahora nos une.
Doy gracias a la luz que me animó a decir que “Sí” frente a lo desconocido. Ojalá (Insha’Allah) siga brillando en mi corazón, y en el de tantas personas que se sienten llamadas a servir en el amor.