Dichosa tú:

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rublevLa revelación del misterio de la Santísima Trinidad nos ha permitido asomarnos a un abismo de amor compasivo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que tenga vida eterna”.

La revelación ha llenado de luz nuestro día, y la comunidad entra en su celebración festiva con un canto de alabanza: “Bendito sea Dios Padre, y su Hijo Unigénito, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros”.

Luego confesará con el salmista: “Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor”.

En verdad dichosa tú, Iglesia santa, porque el Señor te amó, te creó, te entregó su palabra, su Hijo y su Espíritu.

Dichosa tú, que has visto a Dios vaciarse de sí mismo por ti, lo has visto hacerse hijo de la humanidad, para que tú fueses un pueblo de hijos de Dios.

Dichosa tú, que has visto a Dos vaciarse de su santidad y hacerse impuro con tu lepra, para que tú fueses una nación santa.

Dichosa tú, que has visto a Dios vaciarse de la vida, para que tú fueses una Iglesia de resucitados.

Dichosa tú, que has visto a Dios vaciarse de Dios para servirte, purificarte, sellar contigo una alianza nueva y eterna.

Y porque a Dios lo has visto así, en carne viva de amor, tu canto de bendición sube hoy desde la tierra hasta el cielo, pues desde el cielo ha bajado a tu tierra la misericordia que todo lo llena.

Pero en este día de fiesta no celebramos sólo la misericordia que se nos ha revelado por el don del Hijo y del Espíritu; celebramos también la obra admirable que la misericordia de Dios ha realizado en nosotros, pues hemos recibido un Espíritu de hijos adoptivos y, por ese Espíritu, a Dios le decimos con verdad: ¡Abba! ¡Padre!; por ese Espíritu somos hijos de Dios en Cristo, y somos herederos de Dios y coherederos con Cristo.

Dichosa tú, Iglesia santificada, asamblea de los que han sido bautizados en la santidad de la Trinidad para ser hijos de Dios Padre, hijos en el Hijo de Dios, hijos por el Espíritu de Dios.

Dichosa tú, pues la Trinidad Santísima es el seno del que has nacido, es el misterio en el que se te ha concedido vivir, moverte, existir, y es también la plenitud de lo que esperas ser.

Vive en la Eucaristía lo que confiesas en la fe. Por la fuerza del Espíritu de Dios y en comunión con el Hijo de Dios, haz resonar en la asamblea eucarística, en el corazón de los fieles y en todo el universo la palabra más hermosa que de Dios podemos decir: ¡Abba! ¡Padre!

Terminada la Eucaristía, te espera la misión a la que te envía tu Señor. Recuerda que Dios es el futuro del hombre, de toda la creación, y que has de hacer posible el milagro de que todos conozcan el Amor de donde vienen, el Amor en el que viven, el Amor hacia el que van. Díselo a todos; que a todos se lo diga el amor con que los amas.

Feliz día de la Santísima Trinidad.