Catedral de Tánger 2 de enero de 2023
El Señor os dé la paz.
El día 31 de diciembre, al mismo tiempo que cerrábamos la última página del calendariode 2022, fallecía en el monasterio “Mater Eccesiae”, dentro de la ciudad del Vaticano, elpapa Benedicto XVI; es el mismo lugar que eligió para vivir cuando el 11 de febrero de 2013 presentó su renuncia al ministerio pontificio que ejercicio durante casi ocho años al serviciode la Iglesia católica.
Hoy en esta catedral de Tánger queremos unirnos en la celebración eucarística a la Iglesia universal orando a Dios, nuestro padre, por Benedicto XVI; él que en sus primeraspalabras tras la elección como Obispo de Roma (19 de abril de 2005) se proclamó “humilde trabajador en la viña del Señor”, ha escuchado ahora la palabra del “Dueño de la mies”que le dice: “siervo bueno y fiel, entra al banquete de tu Señor” (Mt 25,23).
Acabamos de escuchar en el evangelio la confesión que de sí mismo hace Juan el Bautista como respuesta a la pregunta que le proponen los sacerdotes y levitas de Jerusalén: “Yo no soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta…Yo soy la voz que grita en el desierto: allanad el camino del Señor”. Son palabras que, en cierto modo, “Jesús corrige”, cuando afirma en el evangelio según san Mateo: “¿Qué salisteis a ver en el desierto, una caña sacudida por el viento?” (…) ¿A qué salisteis?, ¿a ver un profeta?Sí, os digo, y más que profeta.” (cfr. Mt 11, 7- 9).
Estos dos textos que encuentran un eco profundo en la vida del papa Benedicto
XVI. Un distintivo de su personalidad y de su ministerio ha sido la humildad, pero esto noha quitado nada -más bien, al contrario- a su “ser un profeta”, que ha sabido conjugar acertadamente en su vida la palabra clarividente del discernimiento profético, con la acogida llena de bondad y misericordia que ha desarrollado en el ejercicio de su ministeriodesde la cátedra de Pedro.
Dedicado durante buena parte de su vida a la investigación teológica y a la docencia universitaria, durante su ministerio al servicio de la Iglesia universal, el papa Benedicto XVInos ha dejado tres encíclicas: Deus caritas est (2005), sobre
el amor humano; Spe salvi (2007) sobre la esperanza cristiana y Caritas in veritate (2009), sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad; además de cuatro exhortaciones apostólicas recogiendo el fruto de los sínodos de los obispos: Sacramentum caritatis (2007), Verbum Domini (2010), Africae munus (2011) y Ecclesia in MedioOriente (2012) nos ha dejado también innumerables discursos y una trilogía Jesús de Nazaret, en la que desarrolla en forma de teología narrativa el devenir histórico de la vidade Jesucristo.
Han sido ocho años en los que, cumpliendo su misión de “confirmar la fe de sushermanos”, viajó a diversas regiones de Italia y a numerosos países de los cincocontinentes.
Quiero finalmente hacer una mención a los últimos diez años en que Benedicto XVI ha vivido voluntariamente en el retiro y de ocultamiento del monasterio Mater Ecclesiae.Cuando el pasado miércoles el Papa Francisco hizo pública la gravedad del estado deBenedicto XVI, pidiendo oraciones al mundo entero ante la inminencia de su fallecimiento, pronunció unas palabras caradas de sentido: “El Papa emérito sostiene a la Iglesia en susilencio”. Son palabras que nos ayudan a comprender el sentido y el valor de laaparente inutilidad de tantas vidas “socialmente no productivas”: la existencia de losconsagrados en la vida monástica, los últimos años de los ancianos y la experiencia dolorosa de los enfermos, pueden llegar a ser especialmente fecundos en los planes de Dios. Santa Clara de Asís, escribe en el siglo XIII a santa Inés, fundadora del monasterio de Clarisas de Praga unas palabras que reflejan la experiencia espiritual de Josef Ratzinger después de su renuncia al pontificado: “Te considero colaboradora del mismo Dios y sostenedora de los miembros vacilantes de su cuerpo inefable”.
Ahora ha comenzado para Benedicto XVI “el encuentro definitivo y plenificante conJesús de Nazaret, a quien amó con todo su corazón, al que estudió con pasión y veneración,al que explicó como profesor brillante y profundo, al que predicó con belleza inolvidable y alque testimonió en tantos momentos de su vida”.
Como comunidad de fe, oramos en esta tarde para que el banquete del Reino que Jesús nos prometió reciba como comensal a este anciano pescador que llega cargado con elpeso fecundo de sus 95 años. “Confiamos en que La Virgen María, a quien se refirió conternura y amor de hijo en tantas ocasiones, y todos los santos, a los que dedicó sus máshermosas catequesis, habrán salido a su encuentro”.
Fr. Emilio Rocha Grande AdministradorApostólico de Tánger.