Solemnidad de la Natividad del Señor

25 de diciembre de 2022

Catedral del Espíritu Santo -TÁNGER-

El Señor os dé la paz:

Día de Navidad. En las países de antigua tradición cristiana y, en general en los del mundo occidental, en los día de Navidad nuestro el ambiente habla de mucha dulzura aparente, los medios de comunicación y la publicidad destaca los sentimientos fáciles y las emociones que siendo bellas, son frecuentemente muy superficiales: en realidad –y puede sorprendernos– la fiesta de la Navidad es cristianamente «dura» porque toca, por así decirlo, la raíz de Dios y la raíz del hombre. La Navidad es el día del coraje. El coraje de Dios, en primer lugar. Lo vemos bien en el Evangelio de Juan que acabamos de escuchar: «la luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la han recibido» y de nuevo «Él estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de Él, pero el mundo no lo conoció. Vino a su casa, pero el suyo no lo recibieron«.

¡Este es el coraje de Dios!, su voluntad de sumergirse en la historia humana que lo necesitadesesperadamente, pero que se le resiste y lo recibe con el rechazo. Este es el coraje de Dios, sucapacidad de permanecer fiel ante nuestro desprecio, de mirar con amor intenso nuestro destino, incluso cuando nosotros, con arrogancia, dirigimos volvemos la mirada hacia otra parte y nos consideramos autosuficientes.

Es el coraje de Dios, que la fiesta de la Navidad conserva y relata; un coraje que aparece en su»acurrucarse» para entrar en el vientre de una criatura, María de Nazaret; está en su «acurrucarse» para morar, con sencillez humilde, en el corazón de la historia y las raíces de mi vida.

Pero la Navidad, más allá de la publicidad edulcorada o el barniz de buenos sentimientos, tantas veces superficiales, es el día del coraje también para nosotros. La Navidad cristiana es sobre todo el tiempo y el lugar en el que estamos llamados a una fe radical (que ahonda en las raíces).

Al camino de Dios que viene a nuestro encuentro, que se convierte en Emmanuel, (“Dios-con- nosotros”), somos llamados a responder enderezando nuestro camino, saliendo de nuestro propio egoísmo y aislamiento, abriéndonos a una respuesta que se hace discipulado de Jesús.

En un día como éste nos convertimos en creyentes. No de una fe superficial, epidérmica, que huele acostumbre, sino de una fe tenaz, aferrada a Dios, apasionada por Él. Una fe que necesaria ynaturalmente se convierte en oración: en la escucha de su Palabra que es el Evangelio, en la fracción de su pan que es la Eucaristía, en la vuelta de nuestra mirada a Él desde dentro la cotidianidad de nuestra vida, a menudo visitados por el cansancio, la decepción y el sufrimiento.

Se necesita coraje para ser cristianos. Se necesita coraje para no contentarnos con llevar a cabo ocasionalmente algún gesto religioso o dejar aflorar algún sentimiento caritativo genérico, sino para creer hasta el punto de confiar en Dios más que en uno mismo, para creer hasta el punto de encomendarnos a Él más que a nuestra lógica de autosuficiencia. Se necesita coraje para pronunciar el «sí» de la fe y tomar el largo y empinado camino del Evangelio resistiendo el canto de las sirenas que son las soluciones fáciles, la senda de lo “políticamente correcto” y los vaivenes de la moda. Se necesita coraje para seguir siendo creyentes, es decir, para vivir desde el amor también los momentos desoledad, amargura y dolor.

La Navidad es el día del coraje para nosotros; el coraje de creer, pero también el coraje de amar. Porque la Navidad, mirando al Verbo encarnado del que nos ha hablado el Evangelio de san Juan, pide a todo cristiano que caminemos por la historia con amor, que vivamos la vida poniendo en ella amor. No es fácil mantenerse fieles al amor. Es más fácil dejarse llevar por la indiferencia, la arrogancia, los instintos, los sentimientos o los impulsos.

No es fácil vivir como Iglesia, como Comunidad cristiana en este momento histórico en que nos toca vivir. Es más fácil escapar, es más fácil acomodarse, es más fácil ser una Iglesia que condena y juzga, es másfácil refugiarse en la cobardía y mediocridad de los grupos cerrados que vivir «expuestos» al tiempo y al mundo. Es más fácil reducir el cristianismo a una dimensión íntima y privada que vivir como Jesús quiere, siendo una pizca de levadura en la masa y una ciudad situada en lo alto de un monte, pequeña, sí, pero conocida y visible para todos.

Para ser cristianos hoy, se necesita el coraje de amar: el coraje de amar nuestro tiempo, de amar a las personas como son; el coraje de amar la vida con sus gozos y sus dolores; se necesita, sobre todo, el coraje de amar a Jesucristo y Su Evangelio más que nada, más que a nuestra propia vida.

Navidad: el día del coraje. El coraje de Dios que se «acurruca» en el vientre de María, que se hace pequeño para caber en el “pesebre” de nuestra vida, para encontrarse con nosotros y ponerse en nuestras manos; el coraje para acoger la llamada que nos invita a salir por los caminos de la fe y encontrarnos con Dios; a salir por los camino del amor y encontrarse con los demás.

Que la gracia de este día nos ayude, nos levante, nos ponga serenamente en el camino de la esperanza.¡FELIZ NAVIDAD!

Fr. Emilio Rocha Grande Administrador Apostólicode Tánger.