Acto religioso Tetuan

“ACTO INTERRELIGIOSO: ISLAM, CRISTIANISMO Y JADAISMO SOBRE LA ACOGIDA Y LA HOSPITALIDAD”

TETUAN, 7 DE MARZO DE 2018

La Fundación Gabriel García Márquez en Marruecos organizó en colaboración con la Iglesia Católica de Tetuán, la Sinagoga Nahon de Tánger y la Mezquita de Tetuán un ENCUENTRO INTERRELIGIOSO sobre el tema:

“ISLAM, CRISTIANISMO Y JADAISMO SOBRE LA ACOGIDA Y LA HOSPITALIDAD”

Ponentes:

Rabi Jacob Tordjman – rabino de Tánger. Juez en el tribunal de la primera instancia en Tánger.

Mons. Santiago Agrelo Mártinez – Arzobispo de Tánger

Molay Ali Raissouni –  miembro de la Asociación de Ulemas de Marruecos

El Acto tuvo lugar en el Centro de Arte Moderno en Tetuán con la participación concurrida del pueblo musulmán, cristiano y judío. Una bella convivencia de los hijos de Dios.

Un jardín de palabras mágicas:

Se lee en el libro del Génesis: “El Señor Dios plantó un jardín en Edén, y colocó en él al hombre que había modelado” (Gn 2, 8).

De alguna manera, todos nacemos con vocación de jardineros.

Es cierto que fuimos expulsados de aquel paraíso original y se nos confió la tarea de labrar con sudor el suelo del que habíamos salido. Pero tan necesario como pueda sernos el trabajo de la tierra que nos ha de dar el pan de nuestro sustento, es el trabajo sobre ese otro puñado de tierra espiritual que es cada uno de nosotros, un puñado de tierra en el que plantamos lo que soñamos, un jardín de palabras que deja entrever la verdad de lo que somos.

Se puede enaltecer la guerra, cultivar el odio, abonar la sospecha, regar la desconfianza, como se puede trabajar para que en nuestra tierra sea enaltecida la paz, dé su perfume la fraternidad, y nos alegre con su belleza humilde la comunión.

Para unos y otros es la llamada a obrar según justicia, a ser solidarioscon todos, a promover la libertadde cada uno.

Delicada, muy delicada crece en nuestra tierra la esperanza. Su tallo se enraíza bajo las arenas del desierto. Su flor se abre de noche, y se abre sólo para ojos que aprendieron a ver con la sola luz de la fe. Porque es divina, la esperanza deja memoria de la fidelidad de Dios en todos los parterres de nuestro jardín. La esperanza, porque es humana, profundamente humana, nos lleva de la mano a trabajar incansables por realizar lo que amamos.

Siempre sorprendentes en tu jardín son los broches abiertos de la acogida y la hospitalidad. Cada persona que acoges es un mundo nuevo que se te acerca, es un regalo que la vida te hace, es un misterio al que te asomas.

Pero acogida y hospitalidad te reservan algo aún más asombroso, pues tú ahora, como en su día el patriarca Abrahán, aunque sólo veas a aquellos a quienes suplicas que no pasen de largo junto a ti, que no pasen de largo junto a su siervo, aunque tú sólo veas a unos hombres delante de tu tienda, te postras en tierra y los saludas como si fuesen “tu Señor”. Y la sorpresa asombrosa es que, acogiéndolos a ellos, has acogido a Dios, has sentado a Dios a la mesa de tu vida, le has lavado los pies, lo has amado.

Pero no era ésa aún la última hoja del misterio que acogida y hospitalidadte querían revelar: pues de todas las palabras que has plantado en tu jardín, éstas llevan dentro una promesa de hijos, una fecundidad que irrumpe en el mundo inhóspito de lo estéril, y tienen el poder de transformar una risa, provocada por una promesa de viajeros a los que se les ha subido la leche a la cabeza, en risa que viene de Dios y que es contagiosa: “Dios me hizo reír; todo el que lo oiga, reirá conmigo” (Gn 21, 6).

En nuestro jardín de palabras mágicas, de sueños posibles, de esperanzas fecundas, paseamos cada día con el Dios de nuestra fe a las horas de la brisa, y no nos escondemos de su vista pues amamos lo que él ama y gozamos de lo que a él le complace: Amamos sus criaturas, amamos a esta imagen suya que es cada ser humano, rastreamos en las criaturas y en cada hermano nuestro ese aire que tienen con la belleza del creador, rastreamos en el mundo la hondura del amor divino, la ternura de la mirada de Dios.

Para nuestro Dios, jardinero de paraísos, cada uno de nosotros es una flor maravillosa en la que él se complace.

Ojalá aprendamos a mirarnos unos a otros y a ver la creación entera desde los ojos de Dios.

Ojalá a cada uno de nosotros se nos pueda recordar como imitadores de Dios, como operadores de paz. Ojalá.