Carta de Fr Emilio Rocha Grande, Navidad de 2022

LA NOCHE ES TIEMPO DE SALVACION

No sabemos en qué día concreto del año nació Jesús; los evangelios no lo dicen; la fecha del 25 de diciembre es  convencional y está relacionada, para no pocos estudiosos, con el solsticio de invierno y la fiesta pagana del nacimiento del dios sol que se celebraba en la antigua Roma; en cuanto al año, aunque no es posible fijarlo con total certeza, sí hay datos suficientes para poder averiguarlo con bastante certeza. Pero, atendiendo a los relatos evangélicos, de lo que no hay ninguna duda es que Jesús nació en medio de la noche. El evangelista Lucas lo refleja claramente cuando dice que María: “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño” (Lc 2,7-8).

Jesús nace en medio de la noche; y no se trata de un dato sin importancia. Para la tradición bíblica veterotestamentaria la noche es un tiempo en el que Dios ha actuado y ha hecho gustar a su pueblo acontecimientos muy especiales. La creación tiene lugar llamando a la existencia, en medio de la oscuridad de la noche, a todos los seres; Abraham recibe la promesa de ser padre de un gran pueblo bajo un cielo tachonado de estrellas; también el corazón de la noche es testigo de la liberación pascual que permite a Israel abandonar la tierra de Egipto; y es a través de la noche que Dios guía a su pueblo por el desierto bajo la forma de una columna de fuego. Por su parte, Isaías afirma… “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra y sombras de muerte y una luz les brilló” (Is 9:1).

En su Carta apostólica Admirabile signum sobre el significado y el valor del Belén (1-12-2019), el papa Francisco habla del “cielo estrellado en la oscuridad y el silencio de la noche“. Y añade: “Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré? Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (cf. Lc 1,79)”.

Teniendo delante la imagen simbólica de la noche y las palabras del papa os invito a traer a la memoria del corazón a todos aquellos que caminan a través de la oscuridad de una noche no deseada ni querida, una noche que no es buena noticia ni apertura a la esperanza: personas que viven la angustia ante un futuro incierto y oscuro, personas sacudidas por la dureza de la vida, familias en la precariedad extrema, migrantes que añoran sus países de origen mientras buscan pistas sobre las que construir un mañana de luz, mujeres traicionadas que acunan a sus hijos en la oscuridad de un horizonte oscuro y nebuloso…

Pero la noche es también tiempo de salvación. Jesús, el Enmanuel (“Dios-con-nosotros”) nace en medio de la noche para hacernos entender que, en la oscuridad de nuestras noches no estamos solos; que Él está con nosotros y en, nosotros cuando parece que todo se derrumba y no se ve cerca la alborada. Jesús es compañero en los vericuetos de la vida, tanto cuando un sol radiante alumbra nuestros pasos como cuando la noche se cierra sobre nosotros.

Jesús nace en la noche y en su nacimiento hace suyas nuestras oscuridades para acompañarnos en el camino hacia la luz. Dios entra en la noche para iluminarla desde dentro con el misterio de su Nacimiento, y esto hace que la noche pueda ser “tiempo de salvación”.

En medio de nuestra particular cotidianidad, en medio de nuestros y días y nuestras noches, dejémonos iluminar por la claridad que brota del oscuro establo de Belén; hagamos nuestro el anuncio de los ángeles a los pastores en el corazón de aquella noche santa: “No tengáis miedo, os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo (Lc 2,10”; seamos testigos sencillos y atrayentes de esperanza para quienes no comparten nuestra fe en Jesucristo y comparten con nosotros el camino de la vida en la diócesis de Tánger.

A todos os deseo una santa y feliz Navidad 2022.

Fr. Emilio Rocha Grande OFM