FELICITACIÓN PASCUA DE RESURRECCIÓN 2022

Iglesia Católica en Marruecos-Archidiócesis de Tánger

Queridos hermanos y hermanas, unidos todos por un mismo bautismo y una común fe, esperanza y caridad, el Señor os bendiga con la paz.

Apenas llegado a esta archidiócesis de Tánger como vuestro Administrador Apostólico me dirijo a vosotros para compartir juntos la inmensa alegría que anima nuestros corazones: ¡Cristo ha resucitado!, vencedor del pecado y de la muerte, y con su victoria, como dice el papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma que acabamos de concluir, “nos abre definitivamente la puerta entre Dios y los hombres, entre la tierra y el cielo”.

Cristo ha roto las cadenas de la muerte y abre un horizonte de esperanza a una humanidad que parece empeñarse en caminar por sendas de desesperación y de muerte. Los cristianos, portadores por pura gracia de los dones de amor y salvación que Dios Padre nos ha revelado en su Hijo Jesucristo, somos en medio de nuestro mundo faros de esperanza y dispensadores de la misericordia de Dios a quienes, lacerados por el dolor, la violencia, la soledad, la marginación y la pobreza en sus más variadas formas, se sienten incapaces de poder mirar más allá del estrecho círculo de su precariedad.

Como a los discípulos de Emaús, el Señor resucitado nos sale al encuentro en medio de nuestros caminos cotidianos para levantarnos de los desalientos y desesperanzas e invitarnos a compartir con quienes van a nuestro lado la alegría de la Pascua. Cuando el Evangelio es vivido por los cristianos con pasión y es testimoniado en primera persona con gestos y actitudes portadores de vida se desborda y tiene la capacidad de hacer brotar por doquier un surtidor que brota para la vida eterna.

La Pascua que estamos celebrando con gozo desbordante nos urge a salir de nuestras perezas y comodidades; es una invitación apremiante a dejarnos fortalecer por la gracia del Resucitado y a ponernos en camino compartiendo con los demás lo que hemos visto y oído, siendo para ellos expresión visible de quien “no vino a servir sino a ser servido y a dar su vida en rescate por muchos, manifestando con su vida que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.

En nuestra diócesis de Tánger la Pascua del Señor nos impulsa a seguir ayudando con renovado brío a que nuestra sociedad avance incesantemente hacia cotas de mayor crecimiento humano, sabiendo, como nos dice san Ireneo de Lyon “que la gloria de Dios es el hombre viviente”.

Las numerosas dificultades que nos afectan: la guerra y el terrorismo, la pobreza, la soledad, la inmigración forzosa, la explotación de las personas… son para nosotros un ámbito en el que debemos sembrar semillas de resurrección. La salvación que nos trae Jesús no se reduce al anuncio del ¡Sepulcro vacío! Jesús es sobre todo el vencedor del pecado y de la muerte, y con su victoria pascual quiere hacer de todos los hombres y mujeres una humanidad de hijos de Dios y de hermanos entre sí.

La Resurrección inaugura una “nueva humanidad”, no sólo en su dimensión escatológica, sino que garantiza “un futuro posible” para los hombres y su historia. A Jesús le interesa que toda la humanidad se salve: por eso resucita a los muertos, cura a los enfermos, alimenta a la multitud, acoge y favorece a los pobres y oprimidos, gente que no cuenta, condena la injusticia y la opresión, centra la vida ética en amor, enseña a perdonar rompiendo la lógica del “ojo por ojo, diente por diente”.

Iluminados por la luz pascual construyamos en nuestras familias, comunidades religiosas y parroquias auténticos “cenáculos” de los que, fortalecidos y guiados por Jesucristo, salgamos con entusiasmo dispuestos a dar razón de “nuestra esperanza” y nuestra alegría, ésa que nada ni nadie nos podrá arrebatar.

¡Feliz Pascua a todos!

 

Fr. Emilio Rocha Grande, O.F.M.

Administrador Apostólico de Tánger