“¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!” Ésa es la bienaventuranza que, orando, has pronunciado delante del Señor. Y le hacen eco las palabras de esta otra: “Dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón”. Tu corazón, que es como decir todo tu ser, da testimonio de que no es el miedo sino la fe, la esperanza y el amor quienes te han llevado a buscar al Señor, a guardar sus preceptos, a vivir en su santo temor. ¡Temes santamente porque confías plenamente! Y esa confianza plena es la puerta por donde se te entra la bienaventuranza.
A su vez, la parábola de los talentos, que has oído proclamada en el evangelio de este día, muestra hasta dónde llega la confianza que un señor deposita en sus siervos, confianza bien cercana a la amistad, pues, “al irse aquel hombre de viaje, los dejó al cargo de sus bienes”. Y ésta es la bienaventuranza que has intuido pronunciada sobre los siervos que, en lo poco, han correspondido a la confianza que en ellos había sido depositada: “¡Entra en el gozo de tu señor”.
Tú sabes que la parábola habla de Dios y de ti: de su manifiesta confianza en ti y de tu esperada fidelidad a él, de su generosidad y de tu responsabilidad; habla de la verdad más honda de vuestra relación, pues aun estando él lejos y tú muy ocupado en negociar con sus talentos, él es, por su confianza y por tu fidelidad, una presencia misteriosa y real en todos los momentos de tu vida.
Lo has oído también: “Al cabo de mucho tiempo, viene el señor de aquellos siervos, y se pone a ajustar las cuentas ellos”. La eucaristía de hoy anticipa en la realidad del sacramento nuestro encuentro de mañana con el Señor que viene.
Para ti, Iglesia de Cristo, que temes al Señor, que confías en él, que lo amas, que escuchas su palabra, que lo buscas con todo el corazón, que cuidas de él en sus pobres, para ti son las palabras de la bienaventuranza evangélica. Resonarán con fuerza en tu corazón cuando te acerques a comulgar: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Entra, y quédate allí para siempre.
Feliz domingo. Entra con tu Señor en su descanso.