Entra con Jesús de Nazaret a las bodas de Caná. Él sabe que todavía no ha llegado su hora, la de su boda contigo, aunque ésta sea la sola en que puede soñar, la sola que puede anhelar con todo su ser.
La boda de Caná, con aquellos novios que se unen en santa alianza, con su alegría, con su vino de menor calidad, prefigura las nupcias del Rey, es fiesta que presagia fiesta, representa el amor de Dios a su pueblo, y anticipa en la comunión de los esposos el misterio inefable de la comunión entre Cristo y su Iglesia.
Hoy, comunidad eucarística, eres tú la esposa y haces memoria de la alianza nueva y eterna de tu Dios contigo, hoy es por ti la fiesta, hoy se sirve a la mesa de tu banquete el pan de la vida y el vino bueno de la salvación.
Por gracia has conocido el amor que Dios te tiene y has creído en él: Hoy comulgarás con el que te ama para ser una con él, para que todos los que formamos la comunidad eucarística, “formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu”.
Ahora, en la oscuridad luminosa de la fe, en la morada interior, escucha la voz del que te ama: “Los pueblos verán tu justicia, los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor… «Mi favorita»… «Desposada»”…
Esa palabra es para ti, Iglesia pobre, pequeña, pecadora, amada y santificada: Escucha, comulga, goza, ama y agradece.
Y para ti es el banquete de esta Alianza nueva y eterna: Sal a los caminos y convoca a todos los pobres, a todos los pequeños, a todos los pecadores, para vengan a estas nupcias eternas y canten contigo las maravillas del Señor.
Feliz domingo.