Emigrantes

Vuelve la cal viva y las cizallas, la mierda ¡y la sangre!, las armas con que los emigrantes ponen en peligro la vida de los agentes de la guardia civil. Vuelve el “miedo al emigrante”, se habla incluso de «pánico justificado».

Vuelven las insinuaciones, las medias verdades, y después de ensuciar sin piedad la imagen de los emigrantes, de todos los emigrantes, se abre un paréntesis para meter en él con calzador el adjetivo “humanitario”, con el que nos limpiamos las vergüenzas, que no la conciencia.

Una sola de esas muchas palabras que la información utiliza, ahoga en cal viva la vida de centenares de personas, y cubre de sangre y de suciedad sus cuerpos.

Yo sé de la vulnerabilidad sin protección ninguna de esos chicos: sé que tienen derechos pisoteados sistemáticamente, y sé que no van armados, y sé que, si quieren pasar la frontera, tendrán que forzar la valla y vencer la oposición de las fuerzas del orden, y sé que luego les van a acusar de violentos por haberlo hecho, y sé que nadie va a recordar la violencia continuada que se ejerce contra ellos, violencia que, sin que ningún hospital pueda dar testimonio de ello, les dejará secuelas físicas o psíquicas para toda la vida.

Los Gobiernos europeos, todos, y con ellos los responsables de Bruselas, han gastado y continúan gastando miles de millones de euro en rechazar emigrantes en las fronteras, y no han sido capaces de elaborar una política migratoria digna de ese nombre.

La degradación de la política a chantaje, eso es lo que se nos obliga a ver en estos días, sin que nadie parezca escandalizarse por ello.

Un Gobierno soberano amenaza con «devolver a Libia» a unas decenas de emigrantes recogidos por una lancha costera italiana. «Devolver a Libia» significa entregar seres humanos a traficantes de esclavos, a torturadores, a mafias.

Un Gobierno que se supone soberano acaba de devolver a Marruecos a los emigrantes que ayer saltaron la valla de Ceuta. Y los derechos de estos chicos son pisoteados sin que nadie mueva un dedo para evitarlo, sin que se oiga una voz que reclame justicia.

Hoy me ha tocado escuchar en la mañana y en la tarde noticias y comentarios de la COPE sobre lo acontecido en Ceuta. Y no han pronunciado una sino muchas de esas palabras que ahogan en cal viva a los pobres, que suponen para los emigrantes una condena a sufrimientos atroces cuando no una condena a muerte.

Y eso hube de oírlo en la radio de Conferencia Episcopal. Es un escándalo. Se llevan ustedes por delante, con la vida de los emigrantes, el evangelio de Cristo y la vida de la Iglesia.

Si en la COPE se ninguneara un dogma del Credo, correrían a poner remedio, y no tolerarían que en nombre de ninguna libertad de expresión se pusiese en peligro la fe de los fieles. Pues aquí hay algo que es más que un dogma: Aquí se trata de la vida de los hijos de Dios.

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Ayer el Gobierno, violando cuanto se puede violar, devolvió a Marruecos a todos los emigrantes que habían pasado la valla el día anterior.

Varios de los abogados que participaron en la operación van a recurrir la decisión del Gobierno.

Amnistía Internacional ha hecho notar cómo se ha devuelto a un país inseguro y sin garantías de ningún género, a decenas de muchachos que necesitan especial protección.

Y he de recordar que hoy, en la COPE, no es que no he oído un comentario, es que ni siquiera he podido oír la noticia.

Es obvio que tengo un problema por bocazas. Pero igual de obvio es que otros lo tienen por mudos frente a la vulneración sistemática de los derechos de los pobres.