Fr. Joël (Jean Paul) COLOMBEL
Loudéac (France) 04/08/1931 — Tanger (Maroc) 25/03/2020
Nuestro hermano Joël nos ha dejado
إنا لله و إنا إليه راجعون
(Somos de Dios y a él volvemos)
Jean-Paul Colombel, a quien todos conocemos con el nombre de «Padre Joël», nació en Loudéac, en Bretaña, el 4 de agosto de 1931. Muy pronto debido a la muerte de su padre, su madre se vio obligada a ir a trabajar a París para poder alimentar a su familia, de modo que vio separado de sus dos hermanas mientras vivía una infancia tranquila en el campo. La vocación al sacerdocio le resultó evidente desde muy pronto. Cuando tenía doce años su amor por Cristo le unirá a dos compañeros que nunca le fallarán: San Francisco de Asís, cuya vida le fue contada por un hermano durante el retiro de la profesión de fe lo y que siempre lo inspiraría; y Charles-André Poissonnier, discípulo de Francisco fallecido en 1938 en Marruecos, que había elegido recluirse en el pueblo de Tazert, a unos sesenta kilómetros de Marrakech, dedicando su vida al servicio de los enfermos en el dispensario, para encontrarse con el pueblo bereber con el que quería ser «bereber en medio de los bereberes» a través de la oración silenciosa y de la ofrenda a su nuevo pueblo. Jean-Paul se hará franciscano en Marruecos.
Después de su seminario menor seráfico en Fontenay-sous-Bois, respondió a la llamada del Comisionado Provincial para Marruecos que estaba buscando hermanos. A los 18 años, en septiembre de 1949, pisó África por primera vez. Sería para siempre. Entró en el noviciado el 4 de agosto del mismo año, se unió a un grupo de unos quince compañeros, todos más avanzados en edad que él, que habían eligieron Marruecos en el espíritu del hermano Charles-André Poissonnier. Era un apasionado por la lengua árabe (el clásico y el dialecto), las culturas marroquí y bereber, por el encuentro y el conocimiento del Islam. Mientras estudiaban en Francia, se sentían orgullosos de esta dimensión especial («somos para Marruecos»), del mismo modo que el grupo de los primeros hermanos vietnamitas que habían ido a estudiar a Francia.
El padre Joël pasaría diez años entre Europa y Marruecos, redescubriendo Bretaña durante dos años de filosofía, descubriendo Alemania durante su servicio militar, reexaminando la vida marroquí durante dos años de integración pastoral y lingüística, para luego, finalmente, sumergirse en sus estudios teológicos durante cinco años en el gran convento de estudios de Orsay en los suburbios parisinos. Fueron años de grandes cambios, con la Independencia de Marruecos (1956) y los inicios del Concilio Vaticano II (1958-1965). Nuestro joven hermano estaba entusiasmado con este mundo en transformación, que se estaba abriendo a un nuevo viento de libertad y creatividad que sentía la vena del Evangelio. A partir de este momento mantendrá un profundo afecto y veneración por el buen Papa Juan y por su máximo sucesor, Francisco, cuyas meditaciones le encantaba leer a diario. Se unió definitivamente a los hermanos menores en 1955 y fue ordenado sacerdote en Orsay por Mons. Amédée Lefèvre en 1960.
En 1961, una vez en Marruecos, el ahora «padre Joël» a petición de sus superiores, se sumergió en la vida parroquial: fue vicario y párroco en la Catedral de Saint Pierre de Rabat y en Notre Dame des Anges de Agdal en Rabar, Roches Noires en Casablanca y Saints Martyrs en Marrakech. Todos recuerdan su dulzura, su escucha y su asombrosa disponibilidad, especialmente hacia los más pobres: ¡cuántos hermanos sentados a mesa lo habrán esperado mientras iba a atender al Cristo que llamaba a la puerta! Apasionado por las alegrías y los sufrimientos de todos los que se le confían directamente (voluntarios, ancianos franceses, jóvenes expatriados…), sin embargo, continuaba cultivando discretamente su amor por el país, de modo particular seguía trabajando todos los días la lengua árabe. Una doble fidelidad que no siempre se entendía bien, durante una de sus primeras misas en Marrakech, cuando cantó el Padre Nuestro en árabe: un feligrés decía «¡Has visto a nuestro párroco, reza en bretón!» Nada le impidió nunca profundizar en su principal interés, entablando amistades profundas con los marroquíes más sencillo, tal como un vecino marroquí le había recordado una vez, «era sacerdote no solo por ¡Cristianos, sino para todos!”
De 1970 a 1976, los 50 hermanos de la zona francesa de Marruecos le pidieron a Joël que se responsabilizara de la Custodia. Se dedicó al cuidado de los hermanos, destacando por su libertad de Espíritu en el servicio a de todos. Le tocó gestionar la vinculación de la Custodia de Marruecos a la Provincia de Lyon (en Francia) y la fundación de una casa para los antiguos misioneros de Marruecos a Célony en los suburbios de Aix-en-Provence. Debido a su antiguo cargo, también le tocó pronunciar la homilía en el funeral del padre Jean-Mohammed Abd El-Jalil, un musulmán marroquí que se hizo cristiano y luego franciscano en la década de 1930. Para nuestro hermano, el «Padre Jean» fue un modelo, un precursor en el camino, tanto por su conocimiento íntimo del Islam (la fe de sus padres) como por la forma en que vivió su conversión: no como una ruptura sino como una continuidad y una conquista. En el corazón de la fe de nuestro hermano Joël se encontraba siempre esta unidad fundamental de nuestro destino en Dios.
Después de más de diecisiete años en Marrakech como párroco, el hermano Joël fue enviado a Meknes en 1990. Se cumplía su sueño de poder vivir en un mundo completamente musulmán y no tan solo en un entorno cristiano con amistades musulmanas en el exterior. Se deja adoptar por muchas personas que consideran a este fraile anciano, que no ahorra su tiempo ni sus esfuerzos por ellos, como la baraka (bendición) del vecindario. Improvisa como profesor de francés, un curso de alfabetización para mujeres analfabetas, profundamente conmovidas por su amor y paciencia. ¡Cuántas solicitudes de visas, gestiones para pensiones, folletos para eventos culturales o tareas universitarias no ha corregido! Y cuando la gente necesita el inglés: ¡él lo enseñará aprendiendo junto a los estudiantes! Los domingos se sumerge en la pequeña comunidad de fieles en Azrou en la alegría del ecumenismo. En la casa se suceden hermanos de todo el mundo ante la invitación del Ministro general. En el vecindario la amistad los une a todos. El corazón de nuestro hermano se abre a esta libertad franciscana a escala mundial.
Tras varias dificultades de salud, entre 2012 y 2013 se hacen sentir los efectos de la edad especialmente en la subida de las escaleras de la casa de Meknes, en septiembre de 2015 el hermano Joël fue enviado a Tánger. Allí, descubrió la alegría del idioma español, y el mundo de los estudiantes y migrantes subsaharianos. Todos lo adoptaron como un padre cuyo consejo y bendición todos buscaban, ya sea antes de cruzar la frontera o ante un partido de fútbol. En los últimos años descubrió una nueva gran alegría en la pastoral de prisiones donde acompañando a estos hermanos, sabe mostrar la ternura de Cristo a quienes no tienen a nadie. Las monjas de Tánger a las que sirvió durante estos años, en inglés, árabe, italiano o español, había encontrado en él ese ser unificado que sabe recordarnos constantemente lo único esencial que es Dios.
Nosotros sus hermanos, conservaremos de él, el testimonio de este hombre frágil que solo podría dejar pasar a través de él la fuerza del Espíritu de Amor. Muchas veces oímos como su voz cantaba el antiguo cántico Umbro del hermano Sol de San Francisco y este recuerdo constante de la carta de San Francisco a un ministro: “En esto quiero saber que amas al Señor, y me amas a mi su siervo, que no haya en el mundo ningún hermano, que mucho que haya pecado, se aparte de ti sin haber vito en tus ojos la misericordia”
El día 29 de marzo de 2019, en la ciudad de Tánger, nuestro hermano Joël pasó de este mundo al Padre.
¡Gracias, Joël, y que tengas un buen viaje en tu Señor!